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Nostalgia postal de un lugar de la Mancha

Crítica al libro de Santiago Ramos Plaza «Alcázar de la Vieja Luz» , con prólogo de Antonio Moreno González y epílogo de Amador Palacios

POR ENRIQUE SÁNCHEZ LuBiÁN

Los estudiosos de la cartofilia fijan en 1869 la aparición de la primera tarjeta postal europea. Se trataba de una cartulina con la imagen del emperador Francisco José editada en Viena y que ajustaba sus dimensiones a lo convenido en una conferencia internacional de correos para poder ser franqueada. Dos años después, en el reinado de Amadeo de Saboya, se reguló el uso de estos efectos postales en España, popularizándose su circulación y, también, su coleccionismo.

La contemplación de una tarjeta postal activa en todos nosotros sentimientos muy íntimos. Las imágenes de sus anversos evocan viajes o lugares queridos, donde hemos pasado un tiempo amable y placentero; sus reversos, comunican la emoción del momento vivido y el recuerdo de quien no ha podido acompañarnos en la excursión o itinerario. Una tarjeta postal es mucho más que una fotografía. Es una instantánea cargada de emociones, alegrías, deseos y nostalgias. El escritor Santiago Ramos Plaza ( Alcázar de San Juan, 1944) lo sabe muy bien. Tanto que ha dedicado su último libro a realizar un afectivo recorrido por su pueblo natal siguiendo el rastro de una treintena de postales realizadas a lo largo del pasado siglo XX. La obra, editada por Editorial Doña Acacia, lleva por título «Alcázar de la vieja luz».

Este singular callejero de postales, como Ramos Plaza apellida su libro, invita a los lectores a sumergirse en un universo local querido, añorado y cercano en sus sentimientos, a pesar de la antigüedad de algunas de las imágenes recogidas. «Las postales sobre las que Santiago apoya su literatura —afirma el catedrático Antonio Moreno González, prologuista de la obra—son el rastrojo, pajizo y áspero, de lo que la guadaña no ha acabado de apurar!». La vocación poética del autor ayuda a que los textos comentados superen el ámbito lugareño de su contenido, dejando el regusto de una prosa atemporal que no solo describe con rigor cuanto se ve en las fotografías, sino que también imagina lo que puede estar ocurriendo tras las persianas bajadas de las ventanas y los portones de las casas de labor, o el cuchicheo en los corrillos de curiosos que observan los preparativos del retratista.

Desde el año 1973 en que aparecieron publicados sus primeros poemas, Santiago Ramos Plaza ha conformado una extensa obra literaria, marcada por su vocación lírica, destacando títulos como «De poeta por la feria» (1991), «En el cuarto cerrado del amor» (1999), «Al Aire de doña Acacia» (2001), «La luz de una casa que se apaga» (2005), «Las Máscaras» (2007) o «Alcázar al fin y al cabo» (2007).

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