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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

Camisas grises

ERC ha calcado el discurso xenófobo de la Liga italiana sobre los vagos del Sur. un compromiso para el andaluz Montilla

Día 16/11/2010
EN Italia hay un partido —la Liga Norte—que dice desde hace tiempo las mismas simplezas demagógicas que Puigcercós pero al menos no se adorna con el rollo de progresismo sedicente de los camisas grises de Esquerra Republicana: allí todo el mundo sabe que Bossi, Maroni y demás minervas del separatismo padano son vulgares racistas envenenados de xenofobia y ensoberbecidos por un arrogante complejo de superioridad que sueñan con un imaginario de independencia para no tener que mantener a quienes consideran agitanados haraganes del Sur que viven de la prosperidad ajena encantados de ser pobres. Sin embargo este rancio discurso de ultraderecha insolidaria lo enarbolan en España los aliados de un Partido Socialista que gobierna Cataluña con los votos de los emigrantes andaluces y extremeños y bajo la presidencia de un señor nacido en Córdoba que se ha tragado durante años la despectiva etiqueta de charnego. La política catalana se ha vuelto tan ensimismada que constituye un extraño caso de anormalidad democrática en el que el concepto de igualdad ha desaparecido bajo un manto de paroxismo particularista en el que han confluido intereses contrapuestos amalgamados por la ambición de poder. Y ahora que en campaña nadie conoce a nadie queda de manifiesto que el socialismo se ha apoyado en un partido xenófobo al que no puede desenmascarar sin dejarse en evidencia a sí mismo. Así que a callar y a disimular a ver si queda alguien que no se dé cuenta del truco.
Pero no queda porque los puigcercós de turno necesitan armar ruido y están a gusto en ese independentismo psicológico de brocha gorda. Las milongas de las balanzas fiscales y de los perezosos andaluces que no pagan impuestos y dilapidan cantando como cigarras el esfuerzo de las hormiguitas catalanas, les vienen muy bien para excitar a esa pequeña burguesía cabreada que suele constituir la base electoral del fascismo. Es la típica retórica falsaria de agitación populista. Está muy visto. Pero seguramente funciona porque el nacionalismo viaja poco y es un sentimiento de tribu pancista que se estimula con el miedo en épocas de incertidumbre económica. No merece la pena discutir; el mero hecho de hacerlo equivale a otorgarle un fundamento de realidad a ese planteamiento desquiciado y torcido que parte de la base embustera de que los impuestos los pagan y los cobran los territorios y no las personas. A los agitadores de la insolidaridad les viene bien para blindar su burbuja. Pero los socialistas que han gobernado con ellos sí tendrían que decirles algo a quienes les votaron creyendo que apoyaban otra política: a los andaluces de Hospitalet, Badalona o Cornellá, a los parientes emigrados de esos vagos indolentes que no le dan un palo al agua y viven a costa de los demás y tal y tal. Como presidente suyo que es, que diría el difunto Berlanga, Montilla les debe una explicación y esa explicación no se la va a dar.
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