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La burbuja inmobiliaria agudiza la crisis de deuda en Irlanda

reuter

EMILI J. BLASCO

Lo que podría llamarse la prueba del delito está en cada rincón: urbanizaciones de casas sin ocupar a las afueras de las poblaciones, oficinas sin contratar en los centros de las ciudades y construcciones paralizadas a medio terminar en muchos lugares. En total, 300.000 viviendas permanecen vacías, en un país de apenas 4,5 millones de habitantes. Irlanda paga por una burbuja inmobiliaria más tóxica que la española, porque ha arrastrado a los grandes bancos nacionales.

A Mike Tait, del departamento de análisis y estudios del Unite, uno de los principales sindicatos irlandeses, le gusta conducir a sus interlocutores por la ruta del colapso dublinés. Y en ésta, el punto «más emblemático, porque es muy explícito sobre lo ocurrido», es el esqueleto de hormigón de lo que iba a ser la nueva sede del Anglo Irish Bank, en una nueva extensión de la capital destinada a distrito financiero y empresarial.

«El AIB creció en los años 80 a la par que la burbuja inmobiliaria, con créditos sobre todo a constructores y promotores que llegaron a ser la mitad del PIB del país», explica Tait. Su rescate ha requerido 33.000 millones de los 45.000 destinados al sector financiero.

En los tiempos del Tigre Celta, en los que Irlanda creció por la actividad económica de empresas que se instalaron en el país debido al bajo impuesto sobre sociedades (12,5%), el Estado pudo compensar esa menor presión fiscal con los ingresos que le llegaban del sector inmobiliario, que generaba el 15% de todos los impuestos. Pero explotada la burbuja, y sin querer gravar a las empresas, el Gobierno se dispone a rascar el bolsillos de los ciudadanos con la creación del impuesto sobre la propiedad, ahora inexistente.

Se calcula que cada propietario deberá pagar 80 euros al mes por cada casa —es frecuente que se tengan dos y tres viviendas—, con lo que el Estado recaudaría así la mayor parte de los 1.500 millones de euros adicionales en impuestos que forman parte del plan de austeridad para 2011 (habrá un recorte del gasto público de 4.500 millones, con lo que el ahorro suma los 6.000 millones anunciados).

«Pero cómo voy a pagar yo ese dinero, si ahora ya no llego a fin de mes. Aquí todo el mundo ha querido comprar casas, porque los irlandeses nunca fuimos los dueños de la tierra, sino que ésta perteneció a los colonos ingleses, así que cuando hubo prosperidad económica todos nos lanzamos al sector inmobiliario, con el dinero fácil de los bancos, buscando una seguridad en la vida que nunca tuvimos», se queja John Murphy, taxista a quien la crisis le está suponiendo cerca de un 50% menos de ingresos.

Ese trasfondo psicológico también explica que el irlandés no sea propenso en esta crisis a las grandes protestas sociales. «Sabemos de donde venimos», dice Conor Boyd, un anestesista que se acaba de apuntar a las 5.000 bajas voluntarias del Sistema Público de Salud. «Nunca hemos tenido excelentes hospitales, buenas carreteras, educación de nivel. En otros países puede haber memoria de algo así, pero para nosotros todo eso comienza con el 'boom', así que ahora aceptaremos las privaciones necesarias para que llegue de nuevo el ciclo de crecimiento». Según Boyd, el Gobierno tuvo que haber sido más estricto en la regulación bancaria, «pero ¿quién va a tirar una piedra contra quien en el fondo trajo prosperidad?».

ENVIADO ESPECIAL A DUBLÍN

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