Un Stephen Frears achabrolado

Una curiosidad más dentro de la filmografía llena de curiosidades de Stephen Frears, que, en esta ocasión, se ha propuesto adaptar a la pantalla un cómic (en realidad, una tira en un diario inglés), pero sin centrarse en un personaje con superpoderes, a no ser que se quieran considerar como tales los planos detalle de la exhuberancia de su protagonista, Gemma Artenton, que encarna magníficamente a la joven del dibujo.

Es una comedia rural, o que se desarrolla en ambientes rurales: Tamara Drewe, una periodista que vuelve a su pueblo (del que salió hecha un adefesio) en plena forma, lo que dará pie a todo tipo de situaciones de comedia de campiña británica.

“Tamara Drewe” se presentó en el pasado festival de Cannes, en mayo, y no parece urgir al mundo el acerado humor y la ácida crítica que destilan las peripecias de este personaje; a la ciudad, a la degradación del campo, a la profesión periodística, a la juventud, a la fama, a las veleidades del amor...

Todo, muy controlado, tanto la acidez como la dulzura, tanto la crónica como el exceso oel humor, por este cineasta del que podría decirse que se convierte aquí en una especie de Chabrol inglés para introducirse en esa sociedad de terruño, en su vicios y en sus escasísimas virtudes, y lo hace con temperatura y cercanía hacia los personajes, como si en realidad los apreciara a pesar de los pesares. Y lo más complicado, mantiene el pulso exacto para dominar los tres terrenos, el de lo moral (hay tantas moralejas como prados verdes), el de lo amoral y el de lo inmoral. Sin poner la voz grave.