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Obama, ¿y ahora qué?

Análisis

ANNA GRAU

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El Partido Republicano acaba de lograr el mayor vuelco de poder parlamentario en sesenta años. El problema es que últimamente hay que poner en cuarentena todos los cambios históricos en Estados Unidos. Salen a uno cada dos años. ¿Significa eso que en 2012 podría pasar lo mismo, y que Barack Obama ría el último? ¿O está el actual presidente definitivamente acabado? ¿Qué experimento político aguantará mejor el tirón, el «Yes, We Can» o el «Tea Party»?

Obama tiene ahora la opción de «centrarse», como hizo Bill Clinton cuando en 1994 su primera presidencia fue castigada con mucha más dureza que ahora: los demócratas perdieron el control de las dos cámaras, no sólo de una. Y lo que tenían enfrente era una piña conservadora bastante más unida que la actual. No había «Tea Party» por las esquinas, ni patriarcas republicanos tramando cómo quedarse con los votos de este movimiento pero sin sus candidatos. Tiemblan sólo de pensar con que Sarah Palin puje por la nominación presidencial republicana para 2012.

Quizás el principal problema al que se enfrentan los republicanos para capitalizar su avance es la falta de liderazgo y de cohesión interna. Mientras que contra lo que pueda parecer el presidente sigue siendo el mejor activo del Partido Demócrata, que previsiblemente también reaccionará ante la derrota evidenciando sus crisis internas.

¿Se «centrará» entonces Obama? Puede ser que sí, y puede ser que no tanto como algunos se figuran. Volviendo al ejemplo de Clinton, a éste no le salvó tanto el centrarse como que los conservadores de Newt Gingrich, sedientos de sangre política, llegaran demasiado lejos, reconciliando al desacreditado presidente con sus huestes y con su electorado.

En su primera rueda de prensa tras el revolcón, un Obama serio pero en absoluto apocado se mostró dispuesto a seguir trabajando en su relación con América, que ha tenido y tendrá, aseguró, muchas más «subidas y bajadas». Tras compararse no sólo con Clinton sino con Ronald Reagan, otro presidente que remontó brillantemente un tropezón como éste, Obama se mostró convencido de salir de esta prueba «más fuertes que nunca».

Si a Obama no le tiemblan las piernas lo que acaba de pasar puede dificultarle mucho la tarea de gobierno, pero en cambio simplificarle la reelección. Sus bases desengañadas se habrán desahogado en 2010, y de aquí a 2012 tienen tiempo de volver a asustarse de que ganen los republicanos.

Para entonces el presidente será menos culpable de todo lo que no quiera, no pueda o no sepa hacer. Siempre se podrá responsabilizar a la obstrucción de la oposición. En realidad Obama ya empezó ayer a usar esta táctica. Con una mano prometía diálogo, y con la otra preguntaba casi provocativamente «qué ideas tienen ellos para crear empleo y relanzar la economía», aparte de decir que «no a todas las del Gobierno.

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