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ARTE

«Uno no es activista dentro del arte»

Martha Rosler, referente del activismo político y el feminismo en el arte, recupera en Barcelona, en La Virreina Centro de la Imagen, un proyecto de archivo sobre habitabilidad y urbanismo

Yolanda cardo

Javier díaz-guardiola

En 1989, la Dia Foundation de Nueva York invita a Martha Rosler (EE.UU., 1943) a colaborar con ellos y la artista les propone el ciclo «If You Live Here»: «Ellos me llamaron para que presentara una exposición sobre un tema que yo eligiera, y yo escogí el de la gente sin techo. Luego redefiní el concepto, y les dije que quería invitar a otra gente, en lugar de hacer el trabajo yo misma, y que me interesaba que fueran tres las exposiciones», explica. Más de veinte años después, la norteamericana, una de las voces más sinceras sobre la vertiente más social del arte y las posturas del feminismo más crítico, desempolva ese proyecto y lo actualiza en forma de archivo en Barcelona en If You Live Here Still ... Estas son sus claves.

¿De qué forma se actualiza una experiencia que nace a finales de los noventa y en un contexto diferente?

Al ser un proyecto básicamente de archivo, ahora hay mucho más material, el que he ido recopilando en 20 años en torno a estas cuestiones. También tiene elementos de versiones posteriores más pequeñas que hice para St. Louis, en EU.UU., Rennes (Francia), en 2006, o Utrecht, de este mismo año. El proyecto ha servido en varias ciudades como catalizador para analizar la situación contemporánea de la región. Por eso accedimos a llevar el archivo a Utrecht o traerlo ahora a Barcelona, porque a ambas ciudades preocupan bastante las cuestiones de los sin techo y de la revisión de la ciudad a través de las prácticas culturales. Además, las dos tienen iniciativas locales que trabajan con estos temas.

Será consciente de que la crisis internacional en el caso de España ha sido fundamentalmente inmobiliaria. ¿Conocía este contexto particular? ¿Cómo cree que influye eso en la lectura del proyecto?

Está claro que la gente cuya economía personal se ha venido abajo como resultado de la crisis, basada en una construcción masiva –sobre todo para extranjeros– está especialmente sensibilizada, así como lo está su forma de entender cuestiones como el cambio social o urbano, las respuestas de la población autóctona, las llegadas de capital... Ahora bien, la única forma que tiene una persona de interpretar estas cosas es dentro del marco de sus propias circunstancias.

En la era de internet, ¿es el archivo a la antigua usanza una herramienta útil de trabajo?

Esa es una muy buena pregunta. Creo que hay varias formas de verlo: una es que no nos hemos convertido aún en criaturas virtuales. Somos seres físicos y no estamos acostumbrados a ver las cosas solo en internet. Queremos tocar el papel, sentir la tinta o los carteles, pues son objetos materiales que fabricó gente muy parecida a nosotros, aunque hace más tiempo. Y necesitamos estar en un espacio físico y rodeados de cosas. Es una experiencia todavía muy estimulante. Internet es maravilloso, pero produce una experiencia individual en lugar de colectiva y, al contrario de lo que cabría pensar, a menudo da lugar a un movimiento lineal a través de las ideas.

«No estamos acostumbrados a ver las cosas solo en internet»

También en Barcelona echa mano de los colectivos sociales comprometidos con los asuntos de la vivenda. ¿Qué aporta trabajar en red con grupos que no están vinculados con el mundo del arte?

Todo el mundo sabe cómo comportarse en cualquier lugar. Y me gustaría recordarle que el proyecto original tuvo muchos colaboradores que se implicaron conmigo sin tener ningún tipo de relación con el mundo del arte; que fue diseñado para convertirse en una especie de «brazo benéfico» que llegara a muchas comunidades, barrios y grupos distintos. Y eso fue lo que lo hizo eficaz: fueron ellos los que crearon la exposición como un espacio vivo y activo, y eso es lo que busco ahora con el archivo. La participación de estos grupos es lo único que hace que valga la pena este viaje del pasado al presente y de Nueva York a Barcelona.

Afirma que todos sus trabajos están impregnados por el feminismo. ¿En qué medida puede estarlo una cita como esta?

Otra muy buena pregunta. Podríamos empezar señalando que la muestra se ocupa de la habitabilidad, y habitar es predominantemente una cuestión «de mujeres» o femenina. La creación del hogar, del barrio y de las instalaciones para uno mismo, para su familia, para sus hijos, sus padres o sus vecinos está considerada como una labor femenina. Por supuesto que en estas cuestiones están implicados muchos hombres, pero prefiero centrarme en aquellos sujetos que están alejados del poder, que es una cuestión básica del feminismo: no se trata solo de cómo capacitar a las mujeres, sino de cómo capacitar a todo el mundo y contribuir a equilibrar la distribución del poder y de los recursos sociales.

¿Está el feminismo en boga?

El feminismo lleva presente desde hace por lo menos 200 años como movimiento social visible, y va cobrando y perdiendo importancia según las épocas. En la última década no tenía demasiada, pero hoy he leído en internet que, sobre todo en el ámbito anglosajón, está volviendo a cobrar interés en la conciencia de las jóvenes. Creo que las empresas y la sociedad intentan redefinirlo como el poder para ascender en una empresa o la capacidad de las mujeres para irse de compras. Obviamente, el feminismo que me interesa a mí no es el que tiene una orientación consumista, sino el que se ocupa del ascenso de todos los movimientos sociales y la capacitación de todas las personas, no solo las mujeres. La cuestión no se va a solucionar a corto plazo. Pero soy muy optimista, sobre todo en cuanto al hecho de que el feminismo y el resto de los movimientos sociales vayan de la mano.

«El feminismo que me interesa no es el de una orientación consumista»

¿Y cómo se consigue que el activismo político tenga efectividad en el arte, que termina por anestesiarlo y fagocitarlo todo?

No creo que eso sea del todo verdad. Y le voy a dar una respuesta contándole una anécdota personal. En 2002, cuando un grupo en Nueva York nos dimos cuenta de que nuestro país iba a entrar en guerra contra Irak, los artistas decidimos formar un grupo de activistas en el que trabajar fuera de nuestros estudios sobre proyectos que fueran muy políticos y que se desarrollaran en el ámbito público. Ninguno de nosotros pensábamos que estuviéramos creando arte en ese momento, sino que éramos artistas utilizando nuestras aptitudes para ser ciudadanos. Por eso yo diría que uno no se convierte en un artista político o en un activista dentro del mundo institucional o de las exposiciones, sino, precisamente, fuera de él.

No le importa retomar antiguos asuntos si lo merecen. Aquí lo hace. ¿Se ha abierto alguna brecha mientras organizaba este trabajo en Barcelona?

Creo que esta cita me ha brindado la oportunidad de pensar en algo muy importante que es hasta qué punto las instituciones culturales y los individuos son utilizados en Occidente para «aburguesar» ámbitos de la clase trabajadora, eliminar la presencia de los pobres y transformar las demandas de capacitación y de lucha contra la pobreza en demandas de representación cultural. Esto no estaba tan claro en 1989, cuando comencé con el trabajo, pero ahora esta manipulación de la esfera cultural por parte de los gobiernos y las ciudades es muy aparente y se tiene que volver a describir en términos cada vez más crudos. Y ahí me incluyo yo, por supuesto.

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