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Columnas / AD LIBITUM

El futuro de Zapatero

En el mundo intestino de los partidos, siempre escaso de grandeza y largo de ambiciones, no es fácil discernir valores

Día 03/11/2010
NOS enseña la experiencia, y lo hace a palos, que el embrollo es algo inseparable de la idea de España. Aún así, los ciudadanos, especialmente los que no son incondicionales devotos de una cofradía política determinada, no suelen tener las ideas claras sobre el sentido y la profundidad de los enredos que arman, y desarman, la realidad pública nacional. Para empezar, y en lo que nos afecta, hay dos grandes modelos de intriga en el uso cotidiano de los partidos políticos. La más frecuente es la que se organiza, siempre con cautela y disimulo, en beneficio propio; pero, en los últimos tiempos, en coincidencia con el decaimiento del zapaterismo, adquiere valores estelares la intriga promovida en perjuicio ajeno. Ni son la misma cosa ni se asemejan sus efectos que, eso sí, son siempre destructivos. La intrincación nunca sirve para construir.
Las intrigas, más las próximas y amicales que las distantes y enfrentadas de la oposición, le han dejado a José Luis Rodríguez Zapatero con el carisma hecho unos zorros. Se le ve doliente y hasta demacrado y, como en los arranques del felipismo, vuelven los «fontaneros» que, con maña y buen sentido, facilitaron el aterrizaje de Felipe González en La Moncloa (en beneficio propio) y la eyección total de Adolfo Suárez (en perjuicio ajeno). La gloria se la llevaron las estrellas, pero el éxito socialista lo construyeron personajes como Julio Feo o Roberto Dorado —equivalentes al Aurelio Delgado de UCD—, que supieron conciliar intereses, darles la vuelta, decir sí donde el no era temerario y viceversa.
En Temas para el debate, la revista cuyo Consejo de Redacción preside Alfonso Guerra, publica este mes un artículo firmado por el citado Roberto Dorado, director del Gabinete de la Presidencia en el felipismo inicial, en el que, apelando al sentido común, el veterano militante le pide al todavía presidente del Gobierno que despeje la incógnita sobre su opción a un nuevo mandato. Dorado entiende que Zapatero debe decidir, ya, su propio futuro porque la situación actual «estimula las maniobras internas y externas». En el mundo intestino de los partidos políticos, siempre escaso de grandeza y largo de ambiciones, no es fácil discernir valores. El apremio del resucitado fontanero felipista, ¿es un buen consejo o una sutil advertencia? Sea lo que fuere, que no es cosa de entrometerse en pleitos familiares, ahí reside el problema de nuestro presente colectivo. Zapatero, Mariano Rajoy y los demás tienen un entendimiento funcionarial de la política que empequeñece su liderazgo. Entienden mejor lo que es una legislatura que lo que significa el futuro.
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