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Andalucía, el ocaso de un régimen

Después de casi tres décadas de gobierno, el PSOE andaluz afronta el año preelectoral con crisis interna, encuestas en contra y la calle en pie de guerra

ABC

MANUEL CONTRERAS

El pasado día 22, el secretario general del PSOE andaluz y presidente de la Junta, José Antonio Griñán, sufrió una pitada monumental cuando visitaba un conservatorio en Jaén. Dos días antes, había sufrido un recibimiento de similar hostilidad en Jerez. Y el pasado viernes, la consejera de Hacienda tuvo que salir escoltada por la Policía de Torretriana, el corazón administrativo de la Junta de Andalucía, ante las protestas de los funcionarios. Este agitado escenario de crispación y protestas no tiene precedentes en Andalucía, donde el PSOE siempre ha controlado no sólo la Junta, sino también —a base de subvenciones y favores políticos— todos los resortes de la sociedad civil.

El malestar tiene su repercusión electoral y, tras 28 años de gobierno ininterrumpido , el PSOE afronta por primera vez la posibilidad cierta de perder las elecciones e incluso el Gobierno. Si durante décadas el sólido sistema implantado por el PSOE en esta comunidad fue comparado con un régimen, hoy hay indicios para elucubrar sobre la descomposición del mismo.

¿Qué ha cambiado para que tiemble el gran bastión electoral del PSOE? En primer lugar, hay un evidente desgaste político . En abril del pasado año, Zapatero desalojó de la Junta a Manuel Chaves porque las encuestas marcaban un empate virtual entre el PSOE y el PP; año y medio después, distintos sondeos otorgan una ventaja media de siete puntos a favor del PP, rozando una mayoría absoluta que implicaría para el PSOE la pérdida del poder.

La sustitución de Chaves por Griñán no sólo no frenó este desgaste, sino que enturbió también las aguas del PSOE . Desalojado por Zapatero, el ex presidente diseñó una bicefalia en la que Griñán gobernara en la Junta y él en el partido, pero el sucesor demandó el poder orgánico tras advertir cómo desde la sede del PSOE partían varios torpedos hacia su gestión.

La resistencia de Chaves a entregar las llaves del PSOE andaluz derivó en un enfrentamiento entre los dos viejos amigos, y Griñán terminó saliéndose con la suya y haciendo una ejecutiva a lo Zapatero; es decir, colocando en los puestos claves a una nueva generación ajena al «chavismo».

La apuesta salió solo regular , porque creció la tensión interna hasta el punto de que el PSOE federal tuvo que prohibir por decreto las primarias en Andalucía. Por si fuera poco, el número dos de Griñán, Rafael Velasco, dimitió de su cargo esta semana tras desvelarse que nada más acceder a la cúpula socialista su mujer creó una academia que funcionó gracias a las subvenciones de la Junta.

Junto a este desgaste político, es evidente un creciente malestar social . En una comunidad en la que los socialistas siempre han dominado el pulso de la calle, se suceden ahora las protestas contra el Gobierno andaluz, con la función pública como colectivo más belicoso. ¿Cómo es posible que los funcionarios, con sueldo garantizado, se revuelvan contra el Gobierno? Para reducir el colosal entramado administrativo de la Junta, Griñán ha optado por reducir las empresas públicas, un entramado paralelo que absorbe ya más del 60% del gasto de la Junta y donde se han realizado durante años las contrataciones «a dedo» que la estricta ley de contratos impedía en las consejerías. Para no despedir a los más de 25.000 contratados de estas empresas —muchos de ellos con escasa preparación—, el Gobierno pretende hacerlos funcionarios, lo que ha indignado a aquellos que obtuvieron su plaza por oposición. Y electoralmente no es cuestión baladí, porque Andalucía tiene 450.000 funcionarios.

Para completar este escenario decadente, las cifras económicas, especial la del paro . Quizás el ocaso del régimen andaluz se deba, en el fondo, a que sus dirigentes han terminado creyéndose la Andalucía irreal que llevan años pregonando.

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