LA ROTONDA
SAGRADA FAMILIA: OPORTUNIDAD PERDIDA
Transigir con el túnel —que al final ha acabado por hacerse— a cambio de pactar el proyecto íntegro de Gaudí no hubiese sido un mal negocio
UNA oportunidad perdida. El paso triunfal de la tuneladora Barcino al lado de la Sagrada Familia —por triunfal se entiende que no ha roto nada— ha desatado la euforia en el Ayuntamiento y en el Ministerio de Fomento, que como era de esperar se han ... aprestado a hacerse la foto, la misma que luego han restregado a quienes en estos últimos años han convertido el trazado del AVE en objeto de polémica. Aunque desde la Sagrada Familia se sigue insistiendo en que los hipotéticos daños sobre el templo pueden venir a posteriori —vibraciones al paso de los trenes, alteración del nivel del freático...— lo cierto es que el imperceptible paso de la tuneladora al lado de los cimientos ha hecho de esta historia una batalla con vencedores y vencidos.
Y aquí, quien más ha perdido en todo el proceso ha sido la Junta Constructora del templo, no por lo que respecta a la exitosa construcción del túnel —obviamente, que la Sagrada Familia siga en pie debe ser motivo de celebración para todos— sino por el «entourage» político circundante, y lo que de él se podría haber obtenido,
Vale que el Patronato tenía que, legítimamente, jugar sus cartas para parar las obras —presión judicial, presión mediática...—, vale que a toro pasado es fácil decirlo, pero quizás jugando con un poco más de habilidad, el resultado final podría haber sido otro. Me explico: cuando en su momento se decidió que el túnel del AVE pasase por el centro de Barcelona —lo lógico desde el punto de vista ferroviario—, y más concretamente al lado de la Sagrada Familia —mucho más discutible desde cualquier punto de vista—, muchos entendieron que dicho trazado era irreversible. Que ni la Audiencia Nacional pararía los trabajos —nunca lo ha hecho en un caso así— ni la administración daría su brazo a torcer muchos lo teníamos claro.
Nada que reprochar al respecto a Joan Rigol, en absoluto, pero es quizás en este punto, cuando aún la tuneladora tenía que echar a andar, cuando la Junta Constructora podría haber jugado a la política, anticipándose a los acontecimientos y ofreciendo al Ayuntamiento de Barcelona, y por extensión al Gobierno, un pacto. Algo así como un «ok, nosotros nos tragamos el túnel, no hacemos ruido, pero ustedes nos ayudan a acabar la Sagrada Familia». Es cierto que hasta ahora, y en el horizonte de al menos una década, la Junta Constructora se basta y sobra para seguir con las obras en solitario. Pero también lo es que para completar en su totalidad el proyecto de Gaudí el entendimiento con la administración es imprescindible.
La expropiación, indemnización y derribo de los edificios que hay frente a la fachada de la Gloria, y la construcción del túnel elevado sobre la calle Mallorca que debe completar la que será la entrada principal del templo, son una empresa que, por descontado, no puede emprender en solitario la Sagrada Familia. Transigir con el túnel —que al final ha acabado por construirse— a cambio del pacto para acometer el proyecto íntegro de Gaudí no hubiese sido un mal negocio. Ahora, en cambio, hay túnel, no hay pacto y, encima, el Ayuntamiento y Fomento andan más que crecidos.
Por el bien de Barcelona en su conjunto, y el de la Sagrada Familia en particular, se impone un acercamiento entre el Ayuntamiento y el Patronato del templo.
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