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Columnas / PERSPECTIVA

Recuperación de imagen

No es un Ejecutivo con ideas, sino con mejores técnicas de marketing

Día 22/10/2010
LO ha dicho el propio presidente: es un gobierno para la recuperación. Pero no de la economía, sino de la imagen pública de un Partido Socialista secuestrado por el zapaterismo y que ahora quiere recuperar sus señas de identidad. Vuelve la vieja guardia y con ella un cierto jacobinismo. Se acabaron la España plural y la nación evanescente, las ocurrencias económicas que tantos parados nos han costado, las cuotas simbólicas que tan mal servicio han hecho a la causa de la igualdad, los delirios tercermundistas en política exterior. Vuelve el socialismo eficiente y comunicador, pero sigue sin haber política económica.
D No es un ejecutivo con ideas para sacar a España de la crisis, sino con mejores técnicas de marketing. No hay un programa de competitividad, ni una agenda de crecimiento económico, ni siquiera un plan racional de ajuste y consolidación fiscal. Solo hay voluntad de controlar la opinión, de agitar la propaganda. Se trata, nuevamente, de aislar al Partido Popular, pero esta vez con gente algo más competente, no todos, porque alguna patada por elevación empaña esa presunta coherencia. Pero seguirán los cuatro millones y medio de parados, la destrucción del tejido productivo, el veto sindical a cualquier proyecto de liberalización y modernización económica. La única preocupación es salvar al Partido, y a ello se supedita toda la acción política. La gestión económica es secundaria. Se entiende resignadamente que está irremisiblemente hipotecada a Bruselas y sin margen alguno de maniobra, por lo que la clave de la crisis de gobierno está en conseguir desplazar la agenda mediática de los temas económicos. La operación política parte del reconocimiento de un doble fracaso; la crisis económica ha hecho explotar el modelo Zapatero de derechos sin responsabilidad y la ceguera ideológica ha impedido entender que en una Unión Monetaria no hay más política económica que la búsqueda de la competitividad mediante la reforma estructural permanente. Eso exige cuestionar derechos adquiridos, como acaba de hacer el gobierno de coalición liberal conservador de Cameron en el Reino Unido rompiendo radicalmente con la inercia. No machaca el Estado de Bienestar, como sentencia la progresía dominante, sino que, precisamente para protegerlo en una economía globalizada, corta de raíz los excesos y privilegios de una función pública que ha crecido sin más justificación que su propia capacidad para reproducirse y se atreve a poner orden y prioridades en el gasto público. Permítanme un símil empresarial para explicarlo. En algunas fusiones de Cajas en España, la nueva dirección ha encargado
una auditoría de organización y recursos humanos que obliga a justificar cada puesto de trabajo, cada departamento, división o comité. En algunos casos se ha llegado a que todos los empleados han tenido que solicitar su propio puesto de trabajo. Algo parecido es lo que están tramando los ingleses. Como hicieron los conservadores suecos tras décadas de dominación socialista. Como tendrá que hacer el Partido Popular cuando llegue al poder, y más vale que lo esté preparando ya.
Zapatero no ha mirado al Reino Unido; se lo impiden sus prejuicios ideológicos. El socialismo español siempre se ha sentido más cómodo con Francia. Y ha visto a un Sarkozy acosado en las barricadas por una peculiar alianza de trabajadores de empresas públicas, funcionarios protegidos y jóvenes aburridos. Le preocupa mucho más el contagio de la calle que el económico. A fin de cuentas, de este último ya se ocupa Bruselas. Por eso, como Lampedusa, cambia el gobierno para que nada cambie.
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