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Los gritos literarios del silencio

Se estrena en España un documental de Mischa G. Hendel sobre la realidad cultural en Guinea Ecuatorial

ABC

INÉS MARTÍN RODRIGO

¿En qué país africano la lengua española es la oficial del Estado? Las caras de incredulidad y desconcierto ante esta pregunta son mayoría en los interrogados, víctimas de una espontánea encuesta a pie de campus (se realizó en la Universidad Complutense de Madrid) realizada por Mischa G. Hendel. Su iniciativa no es gratuita ni está destinada a mostrar, una vez más, la cuestionable formación de nuestros universitarios, sino que forma parte del documental «Voces literarias de Guinea Ecuatorial», escrito y dirigido por Hendel y que, después de mucho esfuerzo, se ha estrenado en España.

El objetivo de Mischa era dar voz a los escritores de Guinea Ecuatorial, tanto los que residen en su país como aquellos que han tenido que abandonar su patria y viven refugiados en la amargura del exilio. Francisco Zamora Loboch, Justo Bolekia Boleká, Guillermina Mekuy, Donato Ndongo Bidyogo o María Nsué Angüe son solo algunos de los personajes que desfilan delante de la cámara. Sus elocuentes discursos se convierten en la banda sonora, no solo cultural sino vital, de los últimos 40 años de un país que solo conoce la dictadura como forma de ser. Esta «peculiar» idiosincrasia se ve agravada por el hecho de que en Guinea Ecuatorial no hay editoriales ni librerías, pues el Gobierno de Teodoro Obiang no muestra interés por el arte, la cultura ni los derechos humanos (a tenor de los sostenido por diferentes organizaciones de derechos humanos). En contraposición, el país es el tercer mayor productor de petróleo del África subsahariana, aunque, como se denuncia en el documental, el «95 por ciento de la población no tiene ni 50 céntimos para vivir al día».

Para bien o para mal, son un país gracias a España, pero Mischa llegó a la conclusión de que «los españoles no están al corriente de la antigua colonia española. No solo no saben que allí se habla español, sino que prácticamente desconocen la existencia del país, por lo que no sorprende que la producción literaria, sus habitantes y la propia Guinea Ecuatorial se hayan quedado aislados». Situación que este documental busca cambiar o, al menos denunciar, pues todos los que aparecen ante la cámara «tienen la posibilidad de expresarse de forma libre y sin censura».

Las dos orillas

Con los ojos puestos en las dos orillas, desde León a Murcia, pasando por Madrid y hasta llegar al Centro Cultural de España en Malabo las imágenes se suceden del pasado al presente, mostrando esa nostalgia del futuro que desprenden los escritores a los que Hendel da voz. Asistimos al papel desempeñado por España, quien «consideró que lo mejor que podía hacer por Guinea era desaparecer del mapa», en palabras de Juan Tomás Ávila; escuchamos el «extrañamiento de un guineano en Palma once años alejado de la tierra de sus ancestros», de la mano de Juan Balboa Boneke; y hasta descubrimos, gracias a Francisco Zamora Loboch, que «el escritor guineano (sí, los africanos también pueden escribir libros) escribe para sacar sus demonios, es una necesidad como comer o dormir».

Necesidad que muy pocos ven satisfecha, pues a la ausencia de librerías (por no mencionar la testimonial presencia de una única biblioteca en Malabo) se añaden los frecuentes y duraderos apagones, que pueden llegar a durar meses. Visto el documental, no es extraño llegar a la dolorosa conclusión de que en África (y más aún en Guinea Ecuatorial) queda muy poco espacio para los revolucionarios.

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