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Aumenta la violencia en la ola de protestas que sacude Francia

El Gobierno «libera» por la fuerza unos depósitos de carburante cerca de Burdeos a causa del elevado número de gasolineras desabastecidas

JUAN PEDRO QUIÑONERO

La crisis francesa ha llegado a una encrucijada decisiva. La sexta jornada de huelga y manifestaciones vivida ayer obliga al Gobierno, sindicatos, transportistas y estudiantes a tomar graves decisiones que están llamadas a provocar serias consecuencias para la economía y la vida nacional.

En toda Francia se movilizaron ayer entre 1,1 y 3,5 millones de manifestantes. El Ministerio de Interior estima que se trató de una movilización inferior a la de semanas anteriores. Los sindicatos consideran que fue una protesta similar o superior en número. El movimiento ciudadano tiene muchos interrogantes y comienza a ser contestado por la patronal y las asociaciones de pequeños y medianos empresarios, que piden al Gobierno el uso de la fuerza para levantar el bloqueo de refinerías y depósitos de carburantes que están perturbando la distribución de gasolina.

El sector privado, al margen Varias fuentes patronales insistían ayer en que los sindicatos sólo representan a funcionarios y trabajadores del sector público, y apuntaban que la llamada contra la reforma solo ha movilizado apenas a un uno por ciento de los trabajadores del sector privado.Ante tal realidad, amenazante para su imagen, los sindicatos deberán decidir mañana si prolongan indefinidamente la prueba de fuerza o aceptan una paulatina retirada estratégica. Los sindicatos más radicales desean prolongar la huelga, incluso piden la convocatoria de una huelga general «como en España». Los sindicatos menos radicalizados comienzan a dar signos de «cansancio»: no hay que descartar la ruptura o una fisura del frente sindical.

Al mismo tiempo, los llamamientos de las empresas del transporte y los pequeños y medianos empresarios han tenido un eco inmediato. Nicolas Sarkozy ordenó una primera intervención para «liberar» unos depósitos de carburantes en las cercanías de Burdeos.

La patronal advirtió ayer de que una prolongación indefinida de la crisis terminará teniendo un coste económico extremadamente grave, a corto y medio plazo. En cuestión de días, Francia está amenazada por el desabastecimiento de carburante, tantas veces anunciado.

El primer ministro, François Fillon, reconoce los problemas de abastecimiento. Y estima que serán necesarios de cuatro a cinco días antes de que las unidades especiales vayan rompiendo el bloqueo de las refinerías en huelga y los depósitos de carburante sitiados.

Ante tal respuesta gubernamental, los camioneros tienen dos alternativas: o conseguir una mayor movilización, o plegarse. Hasta ahora, la movilización de los transportistas ha sido relativamente minoritaria.

El movimiento estudiantil, por su parte, sigue su imprevisible curso paralelo, en vísperas de las vacaciones de otoño, este mismo fin de semana. La jornada del ayer comenzó con enfrentamientos violentos en Lyon, París y varias ciudades de la periferia, como en Nanterre. El orden quedó restaurado en pocas horas.

Las imágenes de la violencia estudiantil tienen un alcance psicológico imprevisible. Las familias las perciben con inquietud. Entre los sindicatos se teme una radicalización incontrolable. El Gobierno lanza llamamientos a la serenidad, pero responde a la agitación estudiantil con impresionantres despliegues policiales.

Dilema sindical

En los distintos frentes del transporte público la jornada del martes provocó perturbaciones relativas. En París, metro y autobuses funcionaron con relativa normalidad, salvo en las zonas bloqueadas por las manifestaciones, sin grandes atascos espectaculares. El tráfico ferroviario funcionó al ralentí. Se suspendieron muchos vueltos nacionales y europeos.

Tras la sexta jornada de protesta desde el primero de septiembre, la crisis ha llegado a una encrucijada, grave para Francia. Gobierno y sindicatos deben decidir, mañana, si continúan la guerra o inician el repliegue.

Nicolas Sarkozy y su gobierno, en bloque, confirman su política de firmeza con una determinación sin falla: en la calle, restauración expeditiva del orden, cada vez que el movimiento estudiantil degenera. Ante el bloqueo de refinerías, depósitos y centros industriales, intervención creciente para intentar restaurar la libre circulación de carburantes en un plazo razonable.

Tras un año de protestas y movilizaciones, aceleradas desde la vuelta de las vacaciones, los sindicatos no han conseguido alterar la determinación de Sarkozy. A partir de hoy comienza una reflexión de fondo cuya gravedad aconseja prudencia en los pronósticos.

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