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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

Puertas al mar

Zapatero ha regalado un mar a los nacionalistas canarios. La tierra sólo es del viento y el mar, de quien se lo trabaje

Día 19/10/2010
«El mar, ámbito exacto:/
allí acaba, aquí empieza» (Pedro Salinas)
A cambio de dos votos, dos, que necesita para apuntalar su último año en el poder, Rodríguez Zapatero ha regalado un mar a los nacionalistas canarios. No un mar de competencias, que también, ni un mar de inversiones: un mar sin metáforas, un mar con sus orillas y sus oleajes y sus mareas y su espuma, un trozo de Océano Atlántico que naturalmente no es suyo, ni del presidente ni de Coalición Canaria, partido al que hasta no hace mucho los socialistas consideraban el epítome de la corrupción. Y se lo ha regalado así, graciosamente, con generosidad, donosura, complacencia y buen talante, como esos seductores efectistas que prometen la luna a su objeto de deseo. ¿Queréis un nuevo estatuto? Pues tendréis un nuevo estatuto. ¿Queréis las políticas de empleo? Pues tomad las políticas de empleo. ¿Queréis la inspección de trabajo? Pues la inspección de trabajo enterita para vosotros, faltaría más. ¿Queréis también el mar? Pues el mar es vuestro, cómo no, servíroslo vosotros mismos, que lo nuestro es pasar a la Historia haciendo caminos sobre la mar. Qué es por ventura el mar, por qué fascina, se preguntaba Benedetti. Qué significa un mar de más o de menos en el marco feliz de un acuerdo de colaboración tan satisfactoria. Todo para vosotros, con sus peces de colores. Prestadme vuestros dos votos y quedáos con el mar, como si queréis ponerle puertas, que los puertos ya los tenéis también, y os los entregó Aznar, por cierto.
El llamado Mar de Canarias, formado por las supuestas aguas territoriales entre las islas del archipiélago, es una entelequia que forma parte del bucle melancólico del soberanismo isleño. No está reconocido por el Derecho Internacional ni figura en el Estatuto de Autonomía. Al comprometerse a su delimitación para que pase a formar parte de las competencias insulares, el Gobierno de España se va a meter en un galimatías jurídico de primer nivel, probablemente en un supuesto de nacionalización unilateral de aguas internacionales, que además equivale a reconocerle a un territorio autonómico rango de Estado propio. Minucias de leguleyos. Nada de eso parece importarle a un presidente capaz de despachar asuntos así en menos de un par de horas de cordial entente con el virrey canario. Si la nación española le parecía un concepto discutido y discutible, esto del mar archipelágico se le debe antojar un arcano tan abstracto como el sexo de los ángeles. En su concepto adanista de demiurgo no caben delimitaciones previas, ni fronteras preexistentes, ni tratados convencionales. Todo eso forma parte de un mundo mal hecho y mal repartido. La tierra sólo es del viento y el mar, de quien se lo trabaje.
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