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Columnas / AD LIBITUM

Democracia con decimales

El 1,87 por ciento de los votos de las generales de 2008 permitirá a Zapatero sacar adelante los Presupuestos

Día 19/10/2010
EN lo poco que de parlamentaria tiene la vida política nacional no suele lucir el ingenio dialéctico de sus protagonistas y, dentro de su escasez representativa, se trabaja con los decimales del oportunismo más rastrero, de espaldas a la intención de los votantes y con mecanismos más propios de una feria de ganado que de una Cámara en la que se venera y acata la voluntad nacional y ciudadana, el criterio de los contribuyentes. El cambalache que, sin mayores vergüenzas, han pactado el presidente del Gobierno de España y el del PNV junto con el establecido por Zapatero con el representante de Coalición Canaria, le aportan al PSOE una representación que supera el 43,97 por ciento de los votos emitidos en las últimas legislativas con el 1,19 que le «vende» el PNV y el 0,68 que le «alquila» CC. Visto en la distancia y sin llegar a la repugnancia democrática que podría producir el mercadeo representativo, el 1,87 por ciento de los votos emitidos en las generales de 2008 le permitirá a José Luis Rodríguez Zapatero sacar adelante los Presupuestos para 2011 y ponerse por montera, con un truco aritmético, la voluntad del PP, IU, CiU, UpyD, ERC y BNG. En la medida que la democracia sea un mero agregante aritmético estaremos en la legitimidad; pero, a nada que le exijamos unas gotas de sentido y sensibilidad, el pacto resulta obsceno.
Dado que no debe pedírsele a nadie lo que no tiene, José Luis Rodríguez Zapatero no puede brindarnos un gesto de elegancia democrática que, en su caso y dadas las graves circunstancias que afectan al Estado y a los ciudadanos, solo tendría dos formas posibles de ejecución: el mutis por el foro, bien fuera con la convocatoria anticipada de las legislativas o mediante su dimisión dentro del Grupo Socialista en el Congreso o, alternativamente, la generosa propuesta de un «pacto de Estado» para, con el PP, enfrentarse conjuntamente a una situación que es límite para el Estado, grave para la Nación e insufrible para los ciudadanos, especialmente para quienes no consiguen su primer empleo, están en el paro o subsisten con dificultades, pensiones misérrimas y subsidios limosneros. Resulta inmoral y atenta contra el bien general de España la anteposición que, unos y otros, hacen de los intereses concretos de sus partidos respectivos. Llegados al primum vivere, como hemos llegado, cualquier deriva filosófica o nostalgia ideológica resulta temeraria. España, hoy, necesita un Gobierno sólido, el respaldo representativo suficiente y la disposición ciudadana a salir de la situación que nos aflige. Todo lo demás oscila entre la irresponsabilidad y el buenismo.
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