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Un trueque indecente

Puede decirse a favor de Iñigo Urkullu, el vendedor, que no nos engaña. Su actitud es la que anuncian sus proclamas

Día 17/10/2010 - 05.56h
EN claro ejercicio de prostitución de la dignidad y función del empleo presidencial, José Luis Rodríguez Zapatero le ha comprado al PNV la mayoría parlamentaria que necesita para aprobar los Presupuestos Generales de 2011 y, lo que para él parece más importante, su continuidad en La Moncloa hasta el final de la legislatura. El precio a satisfacer por tal envilecimiento de la tarea representativa incluye, además de otros paquetes más tangibles, la vía libre para que las tres provincias vascongadas pasen a llamarse oficialmente Araba-Álava, Gipuzkoa y Bizkaia. A la vista de un trueque tan singular como rastrero y lejano del interés general de todos los españoles, es difícil discernir qué es lo que resulta más chocante e indeseable. Mal está que un jefe de Gobierno anteponga su personalísimo interés al de la Nación y disponga de lo que no es suyo, ni está en su mano, para obtener un beneficio propio, el de su continuidad. Es algo que retuerce los mecanismos del sistema y los pone en cuestión. Pero es todavía más singular, sintomático de la endeble normativa a la que nos sometemos, que un partido periférico, cuya identidad es la de dejar de ser español, tenga en su mano, con solo 6 diputados y el respaldo de 300.000 votos en la últimas legislativas —el 1,19 por ciento del total de los votos emitidos en España— el futuro de una Nación que dice no ser la suya y la marcha de un Estado en el que no se siente encuadrado. Y más todavía: que pueda incurrir en semejante esperpento en función de los poderes que ostenta, derivados de la Constitución del 78 y del Estatuto en vigor.
Puede decirse a favor de Iñigo Urkullu, el vendedor, que no nos engaña. Su actitud, suicida para el País Vasco y dañina para el resto de España, es la que anuncian sus proclamas. Los seis diputados del PNV que se sientan en el Congreso juraron servir los intereses generales del Estado y han reducido su compromiso a lo que entienden como provechoso para una mínima parte de ese Estado. Supongo que, a la larga, la decadencia vascongada que genera su conducta les pasará factura. En el caso del comprador, Zapatero, el engaño es manifiesto y, aunque se añade a los muchos ya consumados en su heptagenario monclovita, adquiere la gravedad que le aportan las circunstancias. Lejos de buscar rigor a cada partida del Presupuesto que debiera sacarnos de una crisis que no supo ver llegar y no quiso abordar resueltamente, las aplica en su propio beneficio, para perpetuarse en un sillón que requiere un líder herculano. No un alfeñique político disminuido por sus propios errores tanto como por sus erráticas compañías.
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