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Las últimas horas de Zayyan

El viernes se cumplieron 772 años de la expulsión de los últimos «moriscos» de la ciudad de Valencia por Jaime I

M. A. R.

Es la otra cara de la celebración del Día de la Comunidad Valenciana. El viernes se cumplieron 772 años de la salida de Valencia de los últimos moriscos, encabezados por el Rey Zayyan, horas antes de que hiciera su entrada el Rey Jaime I el Conquistador, tras someter la ciudad a cinco meses de implacable asedio. Aquella fue la primera gran expulsión de los musulmanes de Valencia, cuatro siglos antes de la que llevó a cabo, de forma mucho más drástica, Felipe III en 1609.

Según la tradición, el propio Rey Zayyan fue el último musulmán que abandonó la ciudad de Valencia, el 8 de octubre de 1238, tras la firma de las capitulaciones del 28 de septiembre —la «vespra de Sant Miquel», como rezan las crónicas de la época—ante el monarca aragonés. Según el acuerdo firmado, los 15.000 habitantes de la ciudad eran libres de quedarse o de marcharse llevando todas sus pertenencias. A cambio, Jaime I se comprometió a no atacar durante siete años la zona situada entre Cullera y Denia, donde se establecieron unos 50.000 musulmanes, y Zayyan le entregó todos los castillos y villas situados al norte del río Júcar. En el asedio habían participado mil caballeros y 60.000 infantes.

Entre ellos se encontraban el maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén, Hugo de Folcalquer —quien en 1232 había instado a Jaime I a iniciar la conquista de Valencia, durante una reunión en Alcañiz—, y el arzobispo de Narbona.

Zayyan pidió ayuda al rey de Túnez, mediante una embajada encabezada por su secretario, el escritor Ibn al-Abbar. En respuesta a esta petición, partió de Túnez una flota de 18 embarcaciones, que regresaría a su país tras enfrentarse a los aragoneses en Valencia en una «nit de foc» y abandonar en Denia los alimentos, caballos, corderos y bueyes que portaba como avituallamiento.

Finalmente, el hambre obligó a los musulmanes a rendir la ciudad. Zayyan se refugió en Murcia pero, después de que los murcianos rindieran pleitesía al infante Alfonso de Castilla —antes de que se le conociera como Alfonso X el Sabio—, se vio obligado a exiliarse en Túnez, donde vivió en la corte del emir Abú Zakkariya hasta su muerte. Peor suerte corrió su secretario. También se estableció en Túnez tras la caída de Valencia, pero debido a sus intrigas en la corte, el emir ordenó darle muerte a lanzadas y quemar todos sus libros en 1260.

La segunda expulsión

Pese a la crudeza del relato que la tradición ha dejado de estos hechos, mucho más dramática sería sin embargo la expulsión de los musulmanes de Valencia ordenada por Felipe III casi cuatro siglos después, el 9 de abril de 1609. Una orden que había sido instigada por el inquisidor Jaime Bleda y el arzobispo de Valencia, Juan de Ribera, quienes presentaron a los «infieles» como herejes y traidores. En un bando pregonado por las calles y plazas, se informó a los musulmanes —que alcanzaban el 33% del censo— de que tenían sólo tres días para salir de Valencia y dirigirse a un puerto al que embarcarse lejos de España.

Más de 28.000 familias abandonaron sus cultivos y sus industrias artesanales, lo que supuso un duro golpe para la economía de la región. Sin embargo, se vieron obligados a dejar como «botín de guerra» a unos 2.000 niños de entre tres y 14 años, que permanecieron en la comarca alicantina de la Marina Alta. Los niños fueron conducidos a trabajar en el campo y las niñas empleadas como criadas.

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