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Val del Omar, sin fin

El Reina Sofía reúne el legado cinematográfico y técnico de una de las figuras más interesantes y desconocidas del arte español

ABC

NATIVIDAD PULIDO

«Yo soy un río cuya alegría es desbordarse». Son palabras de José Val del Omar, que se autodescribía como «un analfabeto con cultura de sangre».

Figura de culto, inclasificable, maldito, excéntrico, este artista granadino (1904-1982), que participó en el salvamento de las obras del Prado durante la Guerra Civil, es la nueva apuesta del Museo Reina Sofía, que le dedica una completa retrospectiva en su tercera planta. Cineasta, pedagogo, inventor, fotógrafo... Y un gran desconocido. Fue todo eso y mucho más. Y es que desbordaba todo lo que tocaba, de ahí que a sus trabajos se les conozca como «desbordamientos». Para Cernuda, fue «un extraordinario artista de la cámara». Para otros, «un poeta del cine». Su amigo Gonzalo Sáenz de Buruaga le retrataba ayer como «un náufrago sin profesión; poco sociable, un guerrillero de sí mismo que siempre hizo lo que le dio la gana». Para tan singular personaje se han llegado a inventar términos que ni por asomo aparecen en el Diccionario de la RAE: mecamístico, cinemista... Y hay quien le define como «un artista sin fin». Lo de «sin fin» tiene explicación: él, en lugar del mítico «The End» de las películas americanas, acababa sus filmes de forma bien distinta: «Sin fin».

La exposición, comisariada por Eugeni Bonet, pone especial énfasis en el laboratorio de ideas en el que exploraba y experimentaba Val del Omar con sus «intentos», como él bautizaba sus proyectos e investigaciones sobre cine sonoro, electroacústica... Durante el recorrido de la muestra vamos descubriendo películas (algunas inacabadas o cercenadas), fotografías, collages, escritos y documentos, pero también extraños cachivaches que salieron de su fértil cabeza. Técnico antes que creador, siempre estuvo rodeado de máquinas, patentes, prototipos... Especialmente llamativo, su laboratorio PLAT (Picto Lumínica Audio Táctil), un jardín de máquinas que se ha recreado para la exposición y que posiblemente se quede en la colección del Museo Reina Sofía, como adelantaba ayer su director, Manuel Borja-Villel. A caballo entre chamarilería y laboratorio del Dr. Jekyll, allí ensayó a su antojo con filtros, obturadores, lentes, proyectores...

Pero la parte técnica y mecánica de su trabajo queda matizada con el aliento poético que destilan sus creaciones, mitad ciencia, mitad mística y espiritualidad. Él reivindicaba una mística material centrada en la máquina. Así se aprecia desde su compromiso con las Misiones Pedagógicas —merece un apartado de la muestra—, hasta la recuperación archivística de «Festivales de España» (cortos documentales que hizo entre 1963 y 1964 y que nunca llegó a terminar). Para Val del Omar, el cine era «la máquina que viene a sustituir al libro y al maestro». No falta en la exposición su obra cumbre y más conocida, el «Tríptico Elemental de España», formado por tres cortometrajes rodados entre los años cincuenta y setenta en Granada, Galicia y Castilla. El grupo Lagartija Nick recuperará el 18 de noviembre en el museo su espectáculo «Val del Omar» en homenaje al artista.

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