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Las llaves del centro

El centro no se reconstruye y expansiona con transfusiones ideológicas; tampoco con movimientos de compás

Día 28/09/2010
ES un gran farol ganar el poder en el laborismo británico con el voto de la militancia de izquierdas y acto seguido proclamar la búsqueda del centro. Eso es básicamente lo que ha ocurrido con los hermanos Milliband. Ni las leyes de Mendel aclaran esa disyuntiva genética entre el hermano Ed y el hermano David, como una prolongación de la vieja grieta que tuvo tanto tiempo a los laboristas apartados del poder, hasta que apareció Tony Blair. Tanto marearle la perdiz a la militancia acaba siempre por descentrar, como puede ocurrir en la Federación Socialista Madrileña. Al mismo tiempo, al PP no le falta su elemento de tensión interna para dilatar en exceso ese guión que une —o desune— centro con derecha. El centro no se reconstruye y expansiona con transfusiones ideológicas; tampoco con movimientos de compás en busca de un término medio geométrico. Estamos hablando de política, de experiencia histórica, de sensibilidades sociales. Es cosa de palpitación y no de compás. Eso del centro corresponde más a la biología que a la lógica matemática.
En España, ni la huelga general podría desactivar la percepción de que el Gobierno está cautivo de los sindicatos y de unos flecos de votos que en parte son jóvenes en el ultra-paro. En coincidencia, el nuevo laborismo británico regresa a las viejas esencias para re-escenificar el gran abrazo igualitarista con el sindicalismo que antaño lo paralizó todo, incluso los servicios de pompas fúnebres. En otras latitudes, es significativo el éxito electoral de los «nuevos moderados» en Suecia y el notable avance del centro amplio en Venezuela. Sin duda, esa es materia para la honda cogitación tan propia de la calle Génova.
Desde luego, se nota que para los líderes de opinión de la nueva derecha hay algo especialmente molesto en el centro. Es por eso que confían tanto en el que movimiento del «Tea Party» logre ser hegemónico en el partido republicano norteamericano para escorar de alguna manera el centro-derecha europeo. Es un panorama que desagrada incluso al estratega político de George W. Bush, el astuto Karl Rove porque no parece ser algo durable y sólido, algo que a la larga contribuya a ganar votos y no a cedérselos a la abstención o a una posible reelección de Obama.
Ayer, Clive Crook, del «Financial Times», sugería la conveniencia de que Obama lidere mucho más desde el centro, sobre todo dado el batacazo que los demócratas se llevarán en las legislativas de noviembre. Es decir: uno no gobierna para las bases y la militancia de su partido sino para toda la nación. En general, se trata de buscar las plataformas de centro más amplias desde las que se pueda gobernar. Hasta ahora ha gobernado casi exclusivamente para sus votantes demócratas más a la izquierda.
¿Le corresponde a la izquierda transformarse en algo muy distinto? Desde luego, no basta con ir en bicicleta o hacerse las mechas. La cuestión es que la izquierda lleva tiempo simulando el cambio pero sin cambiar casi nada. Zapatero ha sido más de lo mismo, sin reformas eficientes de calado. Solo gestos, cambio del modelo territorial, pases magnéticos al centro-derecha y una clientela sociológica de cada vez más dispersa y desatendida.
www.valentipuig.com
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