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Europa da la espalda a la socialdemocracia

Carecen de una alternativa sólida ante los miedos provocados por la crisis económica y la inmigración. Su crisis de identidad amenaza con convertirles en un recuerdo del pasado

ABC

La socialdemocracia se hunde en Europa ante su falta de respuesta a los más acuciantes problemas del momento. Nuestras sociedades no creen que la izquierda esté en condiciones de encarar los conflictos provocados por la inmigración, la crisis económica, la fragilidad del estado del bienestar y el choque con el islam más radical. La socialdemocracia no ha sabido hacer frente a los miedos e incertidumbres de las múltiples crisis con las que llega el siglo XXI. Sólo en España, Grecia, Portugal, Austria, Eslovenia y Chipre gobiernan los partidos de izquierda, y aun aquí se ven asfixiados por su escaso éxito para encontrar una salida a la situación. Los socialdemócratas europeos son incapaces de encontrar un modelo sólido de izquierdas a la altura de los nuevos tiempos. Oscilan entre la nostalgia de viejas fórmulas y la aplicación de recetas liberales en las que no creen. Y se sumen en disputas fratricidas que amenazan con convertirlos en organizaciones marginales, superados por otras fuerzas, como los verdes, y desangrados entre sus votantes de las clases más populares por los partidos xenófobos. Si el socialismo del siglo XXI no encuentra su alma, bien puede convertirse en un recuerdo del pasado. Baste con echar una ojeada al actual panorama.

Francia: La triple crisis El Partido Socialista francés vive desde hace años una crisis de identidad, cultural, política y electoral. Crisis cultural. Hace mucho que el PS dejó de ser un partido de obreros y clases medias: sus electores, cuadros y militantes son funcionarios y élites administrativas más o menos relacionadas con la cultura. Los sociólogos han subrayado el carácter «esquizofrénico» de esa realidad: un lenguaje y discurso «popular», cuando los obreros y agricultores votan desde hace años a la derecha y la extrema derecha. Crisis política. Tiene varios rostros... crisis de liderazgo, crisis de programa, superposición de discursos ideológicos antagónicos. Crisis de liderazgo. El PS no ha encontrado un líder que lo lleve a la victoria (presidencial) desde la muerte de Mitterrand. En 1997, Lionel Jospin fue jefe de un gobierno de cohabitación con Jacques Chirac, pero fue eliminado por Jean-Marie Le Pen en las presidenciales de 2002.

Hace años que el PS francés no va más allá del 30 por ciento en las elecciones generales

Desde entonces, los socialistas ganan elecciones municipales. Y pierden las presidenciales y legislativas... Sucesivas derrotas precipitaron nuevas «guerras» internas por el liderazgo, entre eternos candidatos. Laurent Fabius, Dominique Strauss Kahn, Ségolène Royal y Martine Aubry ya se disputaron el liderazgo para enfrentarse a Sarkozy en 2007. Aubry es ahora secretaria general. Royal fue derrotada hace tres años; pero sueña con una revancha en 2010. DSK fue catapultado por Sarkozy a la presidencia del FMI. Crisis de programa. Desde hace años, el PS no tiene programa político global y conocido. Y DSK, Royal y Aubry tienen visiones paralelas de la gestión de los negocios públicos. En el partido hay otras sensibilidades, más a la izquierda. Falta una síntesis. Crisis electoral. Hace años que el PS francés no va más allá del 30 por ciento en las elecciones generales... Con ese capital, no puede aspirar a gobernar en solitario. Sus posibles aliados comunistas o ecologistas imponen unas condiciones que «recortan» la libertad del posible candidato a la elección presidencial. En 2002 y 2007, los sucesivos candidatos socialistas ya fueron víctimas de esas crisis de fondo, que siguen abiertas. Reino Unido: Fin del Nuevo Laborismo Los laboristas estrenan liderazgo este fin de semana, poniendo así fin a la interinidad abierta con la dimisión de Gordon Brown tras las elecciones generales del pasado 6 de mayo. Ese día los laboristas obtuvieron sólo el 29% de los votos, su segundo peor resultado desde 1922, aunque debido al particular sistema electoral del Reino Unido ello no se tradujo en un completo descalabro parlamentario. La crisis económica fue la puntilla que acabó con trece años de Nuevo Laborismo, la marca utilizada por Tony Blair para llegar al poder en 1997, rompiendo con el tradicional izquierdismo del partido y apostando por posturas más templadas. Éstas primero sirvieron para arrinconar a los conservadores en la derecha, robándoles el espacio central, pero con el tiempo fueron levadura de discordias internas. Cuarteada la autoridad de Blair por la guerra de Irak, la izquierda laborista se envalentonó para cuestionar el moderantismo; primero propició el “golpe” de Brown y ahora ha generado consenso en el partido para dar por finalizado el Nuevo Laborismo. Ni siquiera el candidato heredero del “blairismo”, David Miliband, se ha atrevido en las primarias a defender completamente la gestión de su mentor, del que ha marcado algunas distancias. Mayores críticas han sido expresadas por el resto de contendientes, singularmente su hermano, Ed Miliband, que se ha erigido como el referente de los valores tradicionales del partido.

A los laboristas no les está resultando fácil encontrar su nuevo discurso

A los laboristas no les está resultando fácil encontrar su nuevo discurso, sobre todo cuando el debate político es sobre una crisis económica de la que en parte son responsables, al haber liberalizado en su día los procedimientos financieros de la City. Además, el elevado déficit acumulado requiere recortes drásticos que la izquierda, si no está en el poder, raramente va a defender, según advierten los observadores políticos británicos. Con los “tories” instalados en el Gobierno, lo normal es que David Cameron aspire a repetir mandato, salvo errores de bulto que el pacto con los liberal-demócratas más bien puede evitar. Si los conservadores se vieron lastrados por el miedo de parte del electorado a apostar por lo desconocido en tiempos de crisis, en las próximas elecciones podrían alcanzar la mayoría absoluta. Alemania: Un SPD sin identidad El estado social lo inventó el canciller Bismarck hace 130 años y el del bienestar los democristianos alemanes hace 50, pero su declive se está llevando por el sumidero al Partido Socialdemócrata, el más antiguo del mundo de su cuerda. A diferencia de otros socialistas, el SPD ha preferido siempre ser un partido popular a un partido de clase; pero con un seguimiento ya menor a uno de cada cuatro votantes, los politólogos cuestionan si ha perdido su transversalidad y es ya sólo un partido de grupo: y envejecido y declinante. La última ronda de sondeos ha traído la revolución al mapa político alemán de que los Verdes igualan ya en respaldo a sus progenitores socialdemócratas. Un 24% los sitúa entre los grandes, como partido de gobierno y no sólo como la bisagra, escisión pacifista y alternativa que fue del SPD hace 30 años. El primer partido socialdemócrata, fundado entre 1863 y 1875 por Liebknecht, Bebel y Lasalle, ha pasado por una larga crisis, un nuevo cisma populista y sindicalista, y cuatro presidentes desde sus últimas dos legislaturas en el poder (1998-2005) recabando hoy 10 puntos menos que en las elecciones de hace un año. La reestructuración del envidiado, pero ya impagable, estado del bienestar alemán ha sido puesto en la cuenta de esta formación, de la que los votantes desertan por falta ya de identidad. Suecia: El bienestar ya no es socialista Suecia ha sido de siempre el bastión de la social-democracia, su símbolo, su patria más acogedora. Esta fama, sin embargo, ya pertenece al pasado. La sociedad sueca ya no se fía de la izquierda para preservar su estado del bienestar. Más bien al contrario, temen perderlo si no se encaran los problemas derivados de la creciente inmigración y los abusos cometidos con los beneficios sociales. Con la llegada de los nuevos aires, los ciudadanos dan la espalda a la socialdemocracia y abrazan con la misma intensidad con que en su día adoptaron la ideología del partido de la rosa, las doctrinas liberales. La dura política fiscal -durante muchos años Suecia tuvo los impuestos más elevados del mundo- en la que se sostenía el estado del bienestar ya no convence. Como ha señalado un comentarista, los asalariados suecos ya no parecen necesitar sindicatos reivindicativos ni un Estado solidario, sino «un buen agente de Bolsa». El conservador moderado Fredrik Reinfeldt prometió una reducción drástica de los impuestos y la privatización del gigantesco aparato del Estado. Y con esta fórmula ha triunfado y la sociedad sueca ha renovado su confianza en él. Tras el varapalo de las pasadas elecciones, la socialdemocracia ha dejado de ser el principal referente político del país. Anda a la desesperada búsqueda de una nueva identidad e ideología. Sin éxito, por el momento. Italia: Sin líder y sin soluciones La socialdemocracia en Italia vive sumergida en un continuo conflicto interno marcado por una crisis de identidad, la inexistencia de un líder carismático, y la falta de reacción ante los problemas que preocupan a la sociedad como la inmigración o la crisis económica. El Partido Democrático (PD) se presentó en 2007 como la fuerza que uniría al centro y la izquierda, pero ya desde el primer día se comprobó la falta de estabilidad del proyecto. Romano Prodi, hasta entonces «guía» de la izquierda, abandonó la política apenas fue creado el partido. Al ex alcalde de Roma, Walter Veltroni, le quemaron enseguida. El inédito Dario Franceschini duró dos telediarios. Y tras el vapuleo de las últimas elecciones, se optó por el veterano Pierlugi Bersani, ex ministro de Industria, Transportes y Economía en diferentes gobiernos de izquierda. Pero Bersani no convence. Los propios votantes del partido acusan a su líder de no reaccionar ante los escándalos de Berlusconi, y de no tener una posición clara en problemas de actualidad como la decisión francesa de expulsar a los gitanos rumanos. Sin soluciones convincentes tampoco para la crisis económica, el PD parece demasiado ocupado en aparentar estar unido. Holanda: Lento desvanecimiento Cuando los políticos holandeses terminen el extenuante proceso de formación del nuevo Gobierno (desde junio que fueron las elecciones todavía no se ha podido formar una coalición estable) todos los analistas dan por sentado que el gabinete deberá encargarse de desmantelar uno de los sistemas del estado de bienestar más poderosos de Europa. En Holanda no han sido los socialdemócratas sino los propios democristianos los que han construido a lo largo de los años un gigantesco sistema de protección social y de tolerancia multicultural. A cambio han mantenido su hegemonía política, mientras los socialistas se desvanecían poco a poco a favor de las candidaturas populistas y xenófobas. Se da por sentado que el nuevo gobierno volverá a ser liderado por el centro derecha aunque sea en minoría, para emprender una política de adelgazamiento del Estado y recortes de al menos 18.000 millones de euros. ¿Cómo podrá hacer eso un gobierno sin mayoría sólida? La coalición en ciernes tampoco cuenta con los socialistas, sino que espera que los últimos democristianos reticentes acepten el apoyo de los populistas del Partido de la Libertad, conocido por sus tendencias anti islámicas. Grecia Los socialistas obtuvieron el pasado año una clara victoria electoral, que pronto se descubrió que se trataba de un regalo envenenado. El actual primer ministro, Yorgos Papandreu -también presidente de la Internacional Socialista- recibió como herencia la más grave crisis económica que ha conocido el país desde la independencia. Y con las críticas añadidas de la UE por los engaños de sus predecesores. Para remontar la situación, Papandreu ha puesto en marcha un durísimo programa económico que está vapuleando a toda la población, y con especial dureza a los empleados del sector público. Pero Papandreu parece crecerse en la dificultad. Y a pesar de las tumultuosas protestas populares y de las huelgas constantes (ya van cinco huelgas generales en lo que va de año), el primer ministro continúa liderando las encuestas de intención de votos y preservando un cierto prestigio personal... Por ahora, claro, porque si continúan huelgas y protestas va a ser imposible que el gobierno resista. El primer ministro, eso sí, ha conseguido poner en marcha el programa de reformas exigidas con el apoyo y la garantía de la UE y del FMI, que han «rescatado» al país tras la petición de 30.000 millones de euros al FMI y de 80.000 millones a la Unión Europea. Un préstamo que, sin embargo, está condicionado a un duro ajuste fiscal y a un programa de reformas y privatizaciones que parece no tener fin. Portugal Los socialistas lusos se enfrena en este segundo mandato más dificultades de las esperadas. La primera, la pérdida de mayoría parlamentaria que le permitió gobernar con total libertad entre 2005 y el 2009. Y muy en especial, la apurada situación económica que ha obligado a realizar fuertes ajustes presupuestarios con gran sacrificio para los bolsillos de los portugueses. Tuvo el apoyo del principal partido de la oposición, el PSD, para sacar adelante las duras medidas de ajuste. Pero aquel apretón de manos entre líderes ya está más que olvidado y se espera una negociación mucho más dura para aprobar los próximos presupuestos. Los números no ayudan. El Ejecutivo luso acaba de vender más de 1.000 millones de euros en deuda pública, y el paro ha alcanzado la cifra histórica del 11% cuando hace unos años rondaba el 3%. Se teme que el Gobierno opte por una nueva subida de impuestos porque el recorte en el gasto público no está teniendo demasiado impacto en las cuentas . El primer ministro, José Sócrates, está teniendo más de un dolor de cabeza por la descoordinación que se vive en el Ejecutivo. Y es que ha quedado claro que un sector de su equipo no comparte ni sus ideas ni las medidas que se están aplicando. Para las próximas elecciones presidenciales se da casi por seguro la reelección del conservador Cavaco Silva mientras que Manuel Alegre, candidato apoyado por los socialistas, genera muchas divisiones en el partido.

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