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La obstinación del samurái y de las matemáticas

«13 asesinos» y «La soledad de los números primos» entran en combate

efe

e. rodríguez marchante

De las últimas películas arrojadas a la competición, la que más boletos tenía para entrar al reparto de premios era la japonesa «13 asesinos», de Takashi Miike, esencialmente porque es Tarantino quien preside el jurado que ha de otorgarlos.

Miike es un clásico dentro del proceloso océano del cine juvenoriental y es un cineasta tan laborioso que es imposible ver su última película: cuando tú la ves, él ya ha hecho otra(s)… El sol naciente siempre pilla a Miike trabajando. En esta edición del Festival presenta hasta tres títulos, pero, en concurso, solo este «13 asesinos», un «remake» de la que hizo Eiichi Kudo en los años sesenta, y en la línea de «Los siete samuráis» de Kurosawa y «Los siete magníficos» de John Sturges.

Minucioso y contemplativo

Miike, ademas de laborioso, es eficaz y funcional y construye un gran vehículo para esa historia de unos pocos contra muchos, y ofrece un retrato minucioso y artístico de la escena y costumbres de los samuráis, tan difíciles de pillar como un grano de arroz con dos palillos. Pero es solo el minucioso y contemplativo la mitad del nervio de «13 asesinos», pues una vez que entra la película en harina, Miike lo que ofrece es un catálogo de formas de filmar la lucha a espada, y de verter en la pantalla imágenes violentas, sangrientas y sanguinolentas hasta dar la impresión, en ocasiones, de que es una broma visual que le gasta al espectador. En fin, que esto de Miike tiene empaque, aunque si a alguien no le acaba de gustar no tiene por qué preocuparse.

Otro título esperado por la competición era «La soledad de los números primos», la emotiva novela de Paolo Giordano que ha dirigido la joven promesa del cine italiano, Saverio Constanzo, quien no acierta a encontrar el tono que anude esa bella metáfora entre la curiosidad matemática de los números primos y gemelos (el 11 y el 13; el 17 y el 19...) que están tan próximos y que nunca llegan a tocarse, y la soledad del ser humano.

Cuenta el drama de Mattia y Alice, los personajes «primos y próximos», en sus tres tiempos y de un modo revuelto, pero se le corta la mayonesa por un exceso de aceite, o mejor, grasa (de la música potente a la imagen prepotente), aunque ni siquiera eso tapa la personalidad y la notable capacidad de expresion de Alba Rohrwacher, que interpreta a la peculiar Alice con cara de muñeca de escaparate.

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