Los chimpancés que viven en los bosques tropicales de la República de Guinea han aprendido a reconocer y desactivar, con toda la intención y sin herirse, las trampas que los cazadores instalan. Los primatólogos Gaku Ohashu y Tetsuro Matsuzawa, de la Universidad de Tokyo (Japón), han sido testigos de la hazaña en dos ocasiones. La parte peligrosa de la trampa es un lazo de alambre unido a un cabo de parra, conectado, a su vez, a un palo arqueado. Lo normal es que los animales no reparen en esta «última rama», la pisen (rocen o rompan) y activen el mecanismo. En Bossou, donde los profesores nipones realizaron su investigación, el número de chimpancés con laceraciones en cuello y extremidades provocadas por estos artilugios es menor que el registrado en otras áreas del país africano. Sin embargo, la presencia humana en la zona es similar. «Aún son pocos los chimpancés capaces de identificar una trampa», apuntan los expertos.
Baratas, pero difíciles de identificar
En Uganda no enseñan a los primates cómo convertirse en «geos», sino que establecen trueques con las poblaciones locales. Una cabra a cambio de una trampa. «Los cazadores las ponen para capturar antílopes y jabalíes. No obstante, los simios caen con mucha frecuencia en ellas. Son dispositivos muy baratos y fáciles de instalar, pero muy difíciles de eliminar, pues muchas veces los cazadores no se acuerdan de dónde las han instalado», comenta a la BBC el Dr. Fred Babweteera, director del proyecto, organizado por el Centro de Conservación de Budongo (BCFS). Un grupo de vetrinarios monitorea las cabras donadas. Los jabalíes apresados, en cambio, «portan numerosos virus». La salud es uno de los caballos de batalla en los que inciden desde BCFS para tratar de concienciar a los aldeanos. La ilegalidad de usar trampas, otro.