China importa clases de castidad
Un grupo evangélico de EE.UU. asesora a universidades chinas para fomentar el decoro sexual entre sus alumnas
PABLO M. DÍEZ
En tres décadas, China ha pasado de la «Revolución Cultural» con la que Mao aterrorizó y diezmó a la población a la «Revolución Sexual» que ha traído la apertura social gracias a su extraordinario crecimiento económico. Al contrario que a sus padres, a los jóvenes ... chinos ya no les dice el Partido Comunista con quién deben ennoviarse o irse a la cama.
Con el «Libro Rojo» del «Gran Timonel» bajo el brazo, los chinos se casaban antes con las parejas que les habían buscado sus familiares o compañeros de la fábrica estatal. Y, hasta hace pocos años, las universidades expulsaban a las alumnas que se quedaban embarazadas.
Pero todo eso ha cambiado con la modernidad que ha traído el progreso. Mientras el régimen de Pekín sigue ejerciendo un férreo control político para que nada ni nadie le hagan sombra, ha permitido una relajación de las costumbres, especialmente palpable en las grandes ciudades, similar a la que vive en cualquier otro país avanzado.
Sin una influencia religiosa que demonice al sexo como pecaminoso, miles de adolescentes y jóvenes abarrotan cada noche los bares, discotecas y karaokes que han proliferado al amparo de la profunda transformación que está sufriendo ese gigantesco país. Con unas ganas locas de beber, fumar, bailar y cantar hasta el amanecer, disfrutan de la «dolce vita» que ha provocado el «milagro económico» chino y mantienen relaciones sexuales a edades cada vez más tempranas.
Tanto que el Departamento de Educación de la provincia sureña de Yunnan se ha visto obligado a repartir unos folletos del grupo evangélico americano «Focus on the family» para promover la castidad. Entre otros consejos, dicha campaña enseña a las chicas a «no poner su futuro en manos de un preservativo» para rechazar ofertas libidinosas antes del matrimonio. «Si una joven practica sexo con un chico, puede llegar a depender mentalmente de él y no es bueno para sus estudios», explicó al periódico «Global Times», el órgano en inglés del Partido, Yang Wangqiu, profesor del centro que asesora a la Universidad de Yunnan.
En una encuesta de abril, el 14,4% de los 80.000 estudiantes consultados había tenido relaciones prematrimoniales y un 70% las aceptaba. Sin embargo, la cara amarga de este progreso la ponen la falta de educación sexual y el desconocimiento sobre métodos anticonceptivos, que provocan 13 millones de abortos al año. Esta cifra, que supera a la mitad de los 20 millones de nacimientos contabilizados anualmente, podría ser incluso mayor porque muchos son en clínicas ilegales.
A tenor de las estadísticas oficiales, el 62% de las mujeres que abortan son jóvenes solteras de entre 20 y 29 años. Según un estudio efectuado el año pasado por el Hospital Militar 411 de Shanghái, menos del 30% de los usuarios de un teléfono de consultas sexuales sabían cómo prevenir el embarazo, y sólo un 17% era consciente de los riesgos de las enfermedades venéreas. Más del 70% no sabía que la transmisión sexual es una de las principales formas de contagio del sida. Una enfermedad de la que el Gobierno no suele hacer campañas preventivas para no asustar a la población, pero que podría haber infectado ya a millones de chinos que ni siquiera sabrían que son portadores del VIH.
Desde la instauración de la política del hijo único a finales de los 70, el régimen de Pekín ha sido particularmente proclive a los abortos, que sólo cuestan 600 yuanes (70 euros), y a las «pastillas del día después», que son ampliamente comercializadas.
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