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La «espía» que se refugió en Altea

Cristina Keeler, la prostituta que derribó a Profumo en el mayor escándalo sexual de la «guerra fría», se ocultó en Alicante

M. A. RUIZ COLL

Protagonizó el más sonado escándalo sexual de la «guerra fría», una intriga de espionaje que derribó al ministro de Guerra británico John Profumo, apenas unos meses después de que quedara zanjada la crisis de los misiles entre Estados Unidos y Cuba.

Cuando la polémica saltó a las portadas de los periódicos sensacionalistas del Reino Unido, Cristina Keeler, la prostituta de lujo que mantenía una doble relación con Profumo y con un miembro del servicio secreto soviético, corrió a ocultarse en la costa alicantina.

Presentada en algunos medios como «bailarina» y en otros como «scort», Keeler se refugió en Altea y Benidorm en 1963, cuando esta última población no era todavía la «ciudad de los rascacielos» y la España de Franco comenzaba a despertar al turismo. La hemeroteca de ABC ha dejado constancia de aquel episodio.

Condecorado como héroe de guerra por su participación en el desembarco de Normandía y en la lucha contra los Afrika Corps de Hitler, John Profumo fue designado secretario de Estado para la Guerra en 1960 por el primer ministro Harold MacMillan. Un año después, en el verano de 1961, Profumo conoció a Cristina Keeler de la mano del médico Stephen Ward, un proxeneta que se dedicaba a facilitar prostitutas de lujo a la aristocracia británica.

El escándalo saltó a la prensa y a los tribunales cuando trascendió que Keeler mantenía una relación paralela con el agregado naval soviético Yevgeny Ivanov, de quien se sospechaba que intentaba obtener información clasificada sobre el arsenal del ejército británico. El ministro de Defensa se vio obligado a declarar en los tribunales sobre su relación con la mujer, acusada de conspiración.

Una vez concluido el proceso, Cristina Keeler se refugió en Altea, tal como reflejó la publicación Blanco y Negro en julio de 1963. La mujer llegó a España acompañada por una periodista británica y por Paul Mann, al que la crónica de la época presentó como «un piloto de coches de carreras y un deportista

consumado, que puede aplicar una llave de yudo con maestría y sabe arrancar un pitillo de las manos de un valiente con un látigo que maneja con precisión circense».

«Huyendo de la curiosidad periodística inglesa», relataba la misma crónica, Keeler y sus acompañantes «fueron a parar a Altea (Alicante) y en pocos días consiguieron tener amigos en el pueblo cercano de Benidorm. Primero se hospedaron en un hotel, pero como el dinero escaseaba terminaron alojándose en una casucha muy modesta sita en el pueblo de pescadores. Un Jaguar rojo, matrícula RSF-353, iba y venía por las carreteras alicantinas con los tres turistas, a quienes ya buscaban los reporteros ingleses».

Desde allí, el grupo se trasladaría luego a Gandía, antes de regresar al Reino Unido. Concluida la escapada, Blanco y Negro publicó las fotografías del interior de la humilde vivienda en la que Cristina Keeler se había alojado durante su estancia en Altea. «Camas y camastros», describió el reportero, «platos sucios, una baraja en la que Cristina había escrito y recuadrado su propio nombre. Todo ello, muy lejos de los pisos amueblados de Londres y de la residencia de Lord Astor» en la que tuvo lugar su primer encuentro con Profumo.

El «Mefistófeles del vicio»

La prostituta que hundió al ministro John Profumo sería finalmente condenada a nueve años de prisión. En cuanto al médico Stephen Ward, tras quedar en libertad bajo fianza, se suicidó el 3 de agosto de 1963, un día antes de que se hiciera público el veredicto del jurado popular.

Sobre él escribió la revista de Prensa Española que «se ve acusado de delitos especialmente repugnantes en su calidad de Mefistófeles del vicio. han puesto al desnudo ante una Inglaterra asombrada todas las depravaciones de un hombre que se aprovechaba de sus magníficas relaciones para llevar a cabo sus turbios manejos».

En cuanto al agregado naval soviético Ivanov, la revista informaba

de que «ha sido degradado y está detenido, con centinelas que no le pierden de vista las 24 horas del día».

El «escándalo Profumo» ilustró las portadas de los periódicos británicos durante meses e hizo tambalearse al gobierno del primer ministro conservador MacMillan. En cuanto al propio John Profumo, tras dimitir como secretario de Estado para la Guerra se esmeró en reparar su reputación como miembro de una organización dedicada a la caridad, Toynbee Hall.

Aunque su rehabilitación no llegaría hasta 1995, cuando tuvo el honor de sentarse junto a la Reina Isabel durante el acto de celebración del 70 cumpleaños de Margaret Thatcher. Profumo falleció el 9 de marzo de 2006 de una apoplejía.

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