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UNA HUELLA EN LA ARENA

LECCIONES CON SANGRE

Lo más insólito del caso es que el progresista non plus ultra ha aprendido en carne propia, en este curso acelerado y por teléfono, lo que tanto denuesta

FRANCISCO ESTUPIÑÁN

El sentimiento antinorteamericano en Europa es un fenómeno de tal magnitud que ha dado tema a libros enteros, el mejor de ellos de Jean-François Revel. Es el resultado de una cultura de prejuicios izquierdistas que no ha querido comprender que, pese a las similitudes, la sociedad estadounidense se asienta sobre valores distintos a los del Viejo Continente. Allí prima el concepto de libertad sobre el de igualdad.

Esta fobia volvió ha recidivar virulentamente tras los crasos errores de la Administración de George Bush, ocasionando el peregrino incidente de que el entonces jefe de la oposición parlamentaria española no honrara la bandera de las barras y las estrellas. La demagogia le hizo confundir el rechazo a una determinada política con la falta de respeto a una nación orgullosa y amiga.

Luego, con el advenimiento de Obama a la Casa Blanca, la misma persona, ya en la presidencia del Gobierno, creyó que a la única superpotencia actual la iba a dirigir un compañero en la ideología radical. Sus acólitos, sin pérdida de tiempo, pronosticaron, igual de ingenuamente, conjunciones planetarias que ni los astrólogos más avezados desentrañaron de los sortilegios zodiacales. Más cabal, el presidente estadounidense ha preferido olvidar afrentas heredadas para normalizar unas relaciones bilaterales convenientes para todos los aliados.

Ahora, nos ha tocado la lotería y no por puro azar. Michelle Obama y una de sus hijas pasan una semana en el sur de España. Su estancia, todos parecen estar de acuerdo, promueve una inmejorable campaña publicitaria para el importante sector turístico de este país, pues encuentra eco en todos los medios de comunicación del mundo. De hecho, cuentan ya que crecen las reservas vacacionales de norteamericanos en la zona, lo que se interpreta como un optimista augurio para una nación tan castigada por la crisis. No nos quepa duda que estamos de suerte.

Sin embargo, esta elección, no se nos debe pasar por alto, tiene sus costos. El más inmediato afecta a la seguridad personal de la familia presidencial y el rápido enjalbegado que se ha producido por la costa marbellí, a beneficio, al fin y a la postre, de todos. Los menos evidentes quedan para la especulación: tal vez, Obama haya puesto en juego la sabia sentencia de Auden de que para dar hay que recibir. Este sería, pues, el premio que recibe Zapatero por haberse avenido a tomar las lecciones que la Unión Europea y el propio presidente estadounidense le impartieron sobre economía en dos tardes, con bastante más éxito que Jordi Sevilla. Estas vacaciones con banda de música de los Obama resultarían ser el examen para subir nota de la recesión española.

Lo más insólito del caso es que el progresista non plus ultra ha aprendido en carne propia, en este curso acelerado y por teléfono, lo que tanto denuesta. Que la letra, con sangre entra. Y los números, también.

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