«Cataluña quiere toros. Pásalo»
Un mensaje circula por los móviles: «Si Catalunya prescinde de los Toros, los aficionados prescindiremos de Catalunya: sus productos y servicios. Pásalo»
ÁNGEL GONZÁLEZ-ABAD
«Si Catalunya prescinde de los Toros, los aficionados prescindiremos de Catalunya: sus productos y servicios. Pásalo». En apenas 24 horas, este mensaje ha llegado ya a miles y miles de teléfonos móviles. Se trata de la primera postura de fuerza tomada por aficionados anónimos ... desde que se abrió el debate en el Parlamento catalán sobre la prohibición de la Fiesta en esta tierra. Y es que estas cosas se saben cómo empiezan pero no cómo acaban. Cuando se remueven voluntades, cuando se juega con la genética atávica de un pueblo, puede suceder cualquier cosa.
El debate toros sí, toros no, ha entrado ya en la espiral de la sinrazón cuando apenas faltan dos días para la votación final que llevará consigo la abolición de las corridas de toros en Cataluña o que dará luz verde a un espectáculo que ha tenido aquí un profundo arraigo, que ha vivido días de esplendor y que ahora malvive gracias a una clase política que hace casi tres décadas quiso apartar de su «Cataluña feliz» todo lo que oliera a Fiesta.
En los últimos días han quedado al descubierto demasiadas cosas que a los ojos de los aficionados han puesto en evidencia la sarta de mentiras que desde distintas formaciones políticas se han vertido en este lamentable debate. El PSC ha dado un arreón de manso y ha salido de najas —honorable president Montilla a la cabeza— al dar libertad de voto a sus diputados cuando su paladín taurino, David Pérez, lleva meses llenándose la boca con el voto en bloque socialista a favor de la Fiesta. ¿Y CiU? Pues con su juego de nadar y guardar la ropa hasta el final, como siempre.
Boicot al producto catalán
De ese desencanto, de la parálisis de los estamentos taurinos también, de esa soledad en la que el aficionado catalán vive desde hace años; nace esta nueva campaña de boicot a los productos catalanes. Deplorable, claro; pero que surge de sentirse acorralado, sin representación política, sin apoyo del entramado taurino —local y foráneo— y, por si fuera poco, insultado desde ese templo de libertades que debería ser la Cámara catalana.
Así llegamos a la que puede ser la última corrida de toros celebrada en libertad en la Monumental de Barcelona, con unos aficionados que no están dispuestos a rendirse tan fácilmente. El paseíllo se hizo bajo los sones de «Els Segadors», el himno oficial de Cataluña. Se oía como una sola voz entrecortada por la emoción y entre lágrimas de impotencia eso de «Som y serem gent catalana tan si es vol, como si no es vol» (somos y seremos gente catalana tanto si se quiere como si no se quiere). Tras las cuadrillas irrumpieron en el ruedo unas decenas de personas que clamaban libertad. La manifestación sobre la arena monumental fue como un soplo de aire de contra el yugo y las flechas que se quiere imponer al arte de torear. Algunos quisieron ver entre los manifestantes a algún miembro de la familia Balañá, propietaria de la plaza; pero no, un espejismo. Ni el padre Pedro, ni Pedro, el hijo, aparecieron por allí. «¡Qué pena!», se lamentaba un viejo aficionado vecino de localidad.
Quien seguro que no se lamentará de haber cogido la sustitución de Rivera es El Cid, que toreó de forma espléndida al primero. Templado, jugando con los tiempos para no agobiar al noble animal, cuajó una faena en la que hubo muletazos muy largos, de mano baja, por uno y otro pitón. No faltó sensibilidad ni torería a la hora de los remates y tras una estocada hasta la bola de excelente ejecución paseó en triunfo las dos orejas. Al cuarto, un sobrero del mismo hierro titular de Torrehandilla, lo llevó también largo aunque el trasteo no acabó de despegar.
El Fandi le cortó una oreja a su primero, otro buen toro. Entusiasta siempre, variado e incansable. Con el quinto apretó el acelerador con las banderillas. El astado se fue apagando y el torero lo dio todo en busca del triunfo que llegó en forma de dos solidarias orejas tras una estocada.
Talavante quiso y anduvo brillante en algunos pasajes de su primero, aunque el extremeño se amontonó un poco. Valeroso con el que cerró plaza, al que dio más sitio aunque abusó siempre de una colocación perfilera.
Por la puerta grande, la última en libertad, se marcharon El Cid y El Fandi envueltos en senyeras.
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