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Columnas / VISTO Y NO VISTO

Pobres jóvenes, jóvenes pobres

Cuatro de cada diez jóvenes están en el paro, y todo indica la pérdida de una generación entera

Día 24/07/2010
AL cabo de una década de siglo veintiuno, podemos decir que, al menos en política, las cosas están claras: democracia es que gobierne la izquierda, y fascismo, que gobierne la derecha.
La obligación de la democracia o gobierno de izquierdas es acabar con el fascismo o gobierno de derechas. Por ejemplo, y por la vía del estatuto catalán, acabar con la Constitución, que fue importada de Alemania y tiene el fascismo de decir qué se puede hacer y qué no.
En la titánica lucha están hasta los académicos de la Española, que han plantado cara al fascismo de la tilde, eliminándola de las normas establecidas para reconocer en la palabra «solo» un adverbio o un adjetivo. Los nuevos académicos obran con la ortografía como el guardia del chiste con el atestado: «Anote —dice el sargento al número—: cabeza en el arcén». «Mi sargento, ¿con hache o sin hache?». El sargento arrea un puntapié a la cabeza, y corrige: «Cabeza en la cuneta».
Después de seis años de democracia o gobierno de izquierdas, cuatro de cada diez jóvenes españoles están en el paro, y todo indica la pérdida de una generación entera. La consecuencia es que, en un país tan cómodamente retrepado en la burocracia, los tetones que aspiran a engancharse de por vida a una ubre del Estado son ya, según las últimas estadísticas, el 75 por ciento del censo.
—Ser funcionario hoy —escribía Fernández Flórez en 1931— todavía es, a mi juicio, lo peor que le puede suceder a un hombre. Alguna vez estuve metido en ese atolladero. Fue en Hacienda.
Lo tenían toda la mañana haciendo divisiones ¡con decimales!, y un día no volvió. Fue cuando dijo, para justificarse, que en los empleados había que considerar dos grupos: uno, muy pequeño, que se dedicaba a escribir en los periódicos sin aparecer nunca por la oficina, y otro, muy numeroso, que iba a la oficina a leer lo que los primeros escribían en los periódicos. La explicación no tuvo éxito, y un jefe de Negociado, gordo e iracundo, lo ametralló en el despacho del habilitado con un discurso donde los gerundios profesionales resonaban pomposamente.
—Si hubiese hecho caso a su moral estancada, sería ahora un consumado devorador de obleas, como lo ha sido él. De eso murió. Llegó a saturarse de tal modo, que por donde él escupía en la calle se iban quedando pegados los transeúntes.
Para animar el mercado, la democracia o gobierno de izquierdas ha limpiado la mugre franquista del despido indemnizado, por lo que Zapatero ha podido decir:
—No estamos tan mal. Estamos mejor de lo que parece y lo vais a vivir.
Mas no han venido cuatro señores de blanco en una furgoneta con una camisa de fuerza y se lo han llevado.
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