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LA VIDA EN SOLFA

ZARZUELA FRUSTRADA

SON las vueltas que da la vida. Cuando en junio de 1988 bajó el telón de la última de las 39 funciones de «Doña Francisquita», de Amadeu Vives, que hasta ese momento se habían representado en la historia del Gran Teatre del Liceu, se hizo ... el silencio. Y no solamente para esta popular zarzuela, una de las más queridas del público, sino de todo un género. A partir de entonces, el coliseo lírico barcelonés decidió darle la espalda a una tradición que había acunado desde su propia creación. Obviamente, cada director artístico tiene sus propios criterios para programar, un ideario expuesto que está en la mira de público y prensa, pero que define la línea del teatro que gestiona. Pero cuando se decide olvidar a un género tan consolidado en Barcelona, ciudad que, por lo demás, vivió los estrenos absolutos de muchas de las zarzuelas más importantes del siglo XX, cuesta de entender tanto silencio.

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