Columnas

Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

Caliente y frío

Si no se legisla en caliente, el Gobierno se pone a descongelar por su cuenta ideas que estaban mejor en el frigorífico

Día 03/07/2010
CUANDO algún violador reincidente o un menor de precoz encono criminal cometen alguna fechoría más o menos impune o se cuelan por las rendijas de un sistema legal agrietado, la clase política suele responder al clamor de la indignada opinión pública con el prudente consejo de enfriar los sentimientos antes de abordar cualquier reforma legislativa. No es bueno legislar en caliente, dicen los dirigentes interpelados por las lagunas de las normas que están obligados a perfeccionar. Pero como las pasiones suelen tender a desbordarse entre los ciudadanos menos propensos a la gelidez temperamental, siempre sucede algún otro desmán clamoroso antes de que se templen los ánimos, y la corrección de las leyes que los permiten se queda en un país tan tórrido como el nuestro al albur de un hipotético e imposible enfriamiento de la irritación colectiva. Para reparar ciertos resquicios jurídicos o dar amparo suficiente a las víctimas habría que vivir en Suecia o Noruega, y tampoco es seguro que así ocurriese porque, como muestran las novelas escandinavas en boga, en los países nórdicos también se recalientan los instintos letales.
Ahora han sido los sindicatos los últimos en incorporarse a la demanda de una refrigeración térmica de la temperatura social… que ellos han puesto a hervir con sus huelgas montaraces. Hay que legislar en frío sobre los conflictos colectivos, dicen al pairo de la demanda de una regulación pendiente desde la Transición democrática. De acuerdo, camaradas, pero empezad vosotros a refrescar el ambiente, y no os olvidéis del asunto cuando esté en la nevera de la agenda pública. Porque una cosa es enfriar y otra congelar, y la Ley de Huelga lleva más de treinta años escarchada. Quizá sea a las propias centrales a quienes más convenga meterla en el microondas legislativo, porque se podrían afinar esos servicios mínimos que suelen considerar desmedidos. Es cierto que para debatir en un clima adecuado se necesita cierta paz de espíritu incompatible con la
indignación general ante un sabotaje; sólo que el sindicalismo español ha tenido seis años de pacífico idilio exento de conflictividad y no se ha acordado de regular una cuestión que le compete tan de cerca. La gente se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, y la tormenta de estos días promete emociones fuertes. De momento, se han calado dos millones de usuarios del Metro de Madrid, y los comerciantes de Vigo y el País Vasco. Cuando llegue el «otoño caliente», otra reliquia de la Transición, a ver cómo atemperamos la atmósfera.
Porque ocurre, además, que si no se legisla en caliente sobre asuntos de urgencia el Gobierno se pone a descongelar por su cuenta ciertas ideas —el estatuto catalán, el aborto, la memoria histórica, etcétera— que estaban mucho mejor en el frigorífico.
Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.