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Catálogo de voceros

¿Habrá cambio de Gobierno? La negación de Zapatero es, en función de la estadística, una confirmación

Día 25/06/2010 - 04.25h
LUIS Bonafoux, siempre tonante en sus críticas, clasificaba a los periodistas lisonjeros con Práxedes Mateo Sagasta —más numerosos que los adoradores de Antonio Cánovas— en tres grandes grupos: devotos, de propina y de mesada. Tan atrabiliario y genial colega disculpaba a los primeros. Si la fe, recordaba, mueve montañas, ¿por qué no ha de impulsar el halago a un señor que «además de ser presidente del Gobierno es Ingeniero de Caminos»? A los segundos, a los de propina, les remitía al Purgatorio. Se corrompen, decía, por una sola vez. Apoyan un proyecto de ley o un discurso trascendente; pero, culminado el servicio y cobrada su prestación, caduca su compromiso y pueden redimirse. Con los de la mesada, los corruptos en nómina que diríamos hoy, era implacable. Venga o no venga a cuento, señalaba, propagarán las glorias, existentes o imaginadas, de quien los mantiene con cantidades fijas y periódicas. Son traidores a su conciencia, si la tienen, y nocivos para la salud de la información.
En nuestros días se ha reducido el muestrario y, salvo alguna excepción que pudiera escapárseme, han desaparecido los trincones de propina, eventuales discontinuos de la indignidad profesional. Aparte de los devotos, inseparables de la degeneración partitocrática, los que abundan en los tres planos de la Administración e, incluso, en el entorno de algunas instituciones notables y empresas de relieve, son los corruptos mensualizados, con pagas extraordinarias o sin ellas, que siempre están dispuestos a magnificar la escasez de sus benefactores.
En el zapaterismo, donde no parece saberse mucho de la libertad como objetivo, la democracia como práctica y la verdad como sistema, abundan los propagandistas de la devoción y los del sueldo fijo. Son infatigables. Ha dicho José Luis Rodríguez Zapatero, un líder más acostumbrado a desmentirse que a confirmarse, que no piensa abordar ningún cambio de Gobierno y la maquinaría se ha puesto en marcha, contra la lógica y las apariencias, para
insistir en ello. Sus medios más adictos y sus portavoces oficiosos más entregados a la causa, a la glorificación del jefe, doblan y repican para reforzar la idea de la estabilidad gubernamental. ¿Habrá cambio de Gobierno? La negación de Zapatero es, en función de la estadística, una confirmación. Si la hay, bendita sea. El equipo actual es difícilmente empeorable. Si no lo hay, cada cual debe empezar a rezar a los santos de su devoción o pronunciar los conjuros de sus descreencias. Si por tener razón y aparentar normalidad, el presidente ahonda en la contumacia, ya que venimos de mal en peor, pasaremos a lo pésimo.
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