GERARDO TORRES UN MODERNO ENTRE RUINAS

Se quiera o no, el fútbol en España es mucho más que un juego, un deporte o un espectáculo. La reducción recurrente del concepto hasta esa manida definición del «22 señores corriendo detrás de una pelota» —transformada en los últimos tiempos en «22 millonarios bla, bla, bla»— no es más que una paupérrima descripción peyorativa que carece del talento imaginativo que cabe esperar de quienes desprecian el incontestable impacto social del balompié en virtud de una supuesta calidad intelectual superior, pues en el presente estadio de la civilización se revela como una necedad imperial el seguimiento del dogma radical de la confrontación entre el fútbol y la cultura.

Como el Sevilla es un club del siglo XXI, actúa en consecuencia y sigue al pie de la letra la estrategia que perfila la hoja de ruta comercial que debe reforzar permanentemente su identidad local y emocional y que, además, ha de incardinarle en el crossroadsentimental de una población mayor que no lo tiene como

equipo favorito pero puede ser cliente que aporte un gran valor añadido si lo adopta como segundo equipo preferido.

En la innovación sí que está el ingenio y por ahí el Sevilla rompe clichés para seguir incrustándose sin ambages en su entorno social y cultural. Ayer salió otra vez de Nervión para proceder a la presentación oficial de un nuevo jugador, el italiano Tiberio Guarente, que por tener nombre de emperador romano y porte de gladiador fue puesto por su nueva empresa a hacer juegos de pulgares en las mismísimas ruinas del antiguo anfiteatro de Itálica. Quizá al verse entre tanta piedra, Guarente se apresuró a decir que se considera «un futbolista moderno». Pero el moderno es el Sevilla. Un club del siglo XXI.