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Columnas / AD LIBITUM

El virus partitocrático

Día 24/06/2010 - 04.29h
CUANDO José Antonio Alonso era portavoz de Jueces para la Democracia solía derramar grandes pregones de libertad. Era todo un apóstol democrático y daba gusto oírle; pero la titularidad de los ministerios de Defensa y de Interior y su instalación como gran oráculo del PSOE en el Congreso le han dejado maltrecho y parece haber adelgazado sus virtudes cívicas, políticas y morales. Para empezar, tiene una idea confusa, quizás evanescente, del significado auténtico de la palabra lealtad, que, para alegría de Bibiana Aído y otras miembras socialistas, es palabra femenina. Dice Alonso para recriminar la recta conducta de su compañero Antonio Gutiérrez, menos obediente de lo que se lleva en nuestro Parlamento de autómatas, que «la opinión es libre, pero la lealtad al Grupo Socialista es obligada». ¿En qué se sustenta esa obligatoriedad?
Aunque la Constitución del 78 se haya quedado tan vieja, inútil e inobservada como sus predecesoras, «el voto de Senadores y Diputados es personal e indelegable». Aunque Alonso estudió Derecho con anterioridad a la poca feliz reforma del Código Penal, es seguro que no ignora la sustancia de su artículo 542, en el que se inhabilita a los funcionarios y autoridades —y en él concurren ambas condiciones— que impidan a los demás el ejercicio de los derechos reconocidos en la Constitución. Aún así, Alonso y sus representados se disponen a sancionar, incluso pecuniariamente, a quien ha sido leal a sus convicciones y a sus electores aun con el esfuerzo de no obedecer el mandato del gran rabadán del rebaño socialista en el Congreso.
Lo más inquietante de esta peripecia estriba en el hecho de que Alonso no procede de las cavernas totalitarias. Alcanzó la mayoría de edad cuando fue proclamada la Constitución y su actitud democrática ha sido siempre intachable; pero, sumergido en el ambiente del poder partitocrático, es capaz de romper con su propia trayectoria y reprocharle a un compañero de partido por hacer lo que debe hacerse: actuar en
conciencia, sin acatar ningún mandato imperativo, y darle más prioridad a los valores éticos que a la obediencia perruna. Gutiérrez, por elementales razones de coherencia biográfica en quien ha sido secretario general de CC.OO., no quiso prestar su voto a la convalidación del decreto ley sobre la reforma laboral. Si el PSOE es un partido en el que no cuenta la decencia, ni se respeta al individuo, ni se valora la libertad, como muchas veces parece, Alonso tendrá razón; pero no es lo que predica el propio Alonso. Se confirma que la partitocracia es el más potente y activo de los virus que pueden acabar con la democracia.
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