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La lección griega

No me llamen antipatriota, pero estamos cometiendo el mismo error que Grecia, aunque esta vez con menos justificación

Día 18/06/2010
EL Gobierno ha aprobado la esperada reforma laboral y no ha cambiado gran cosa. No ha variado la opinión de sindicatos y patronal, ni el voto de los partidos políticos. Tampoco el criterio de los analistas que, aunque subrayan que se ha perdido una gran oportunidad para modificar el marco de relaciones laborales, se han dividido entre los que ven motivo de alegría en que el decreto posibilita el descuelgue de los convenios colectivos y los que subrayan el mantenimiento de la tutela judicial efectiva; para entendernos, la presunción de culpabilidad del empresario y la consiguiente limitación a la flexibilidad interna y externa de las empresas.
Lo que no ha cambiado en absoluto es la imagen de la economía española, como demuestra que el diferencial de la deuda, ese árbitro implacable, siga por encima de 220 puntos básicos. Cierto que ayer el Tesoro pudo colocar la deuda, pero el precio pagado fue altísimo. Tan alto que ya son legión los que lo consideran insostenible. Era ingenuo pensar que un hecho concreto podría hacer volver la confianza a los inversores que han tachado la casilla España. Pero eso no disminuye la magnitud del problema. Si todas las reformas ya han sido anunciadas tenemos un problema. Porque una de dos, o no hemos sabido venderlas, que es la tesis oficial, o algo nuevo habrá que inventar. Como la primera opción es pueril, literalmente de niño enrabietado, tendremos que ser más creativos, en economía y en política.
En economía no nos queda más que pedir ayuda internacional. No me llamen antipatriota, por favor, pero estamos cometiendo el mismo error que Grecia, aunque esta vez con menos justificación. Si los mercados están histéricos y han perdido el norte, si están castigando injustamente a España como dicen, si en definitiva estamos asistiendo a un contagio inmerecido, ¿por qué no acudir a los mecanismos especialmente dispuestos para este tipo de situaciones excepcionales?: el Mecanismo Europeo de Estabilización y la facilidad de crédito flexible del FMI. No hacerlo por orgullo o por evitarse el coste político no es, desde luego, en mi libro de estilo sinónimo de patriotismo precisamente. Confiar en que la gente de fuera va a entrar en razón es simplemente un suicidio a plazo, como el de Grecia. La historia de episodios internacionales similares es concluyente. Ningún país al que los inversores habían colocado en suspensión de pagos, ha recuperado nunca el crédito sin un shock externo. Salvo Brasil tras la crisis argentina, pero allí hubo unas elecciones, un cambio de gobierno y una auténtica revolución en lo económico.
Lo que me lleva para terminar a la política. Sin novedades profundas no habrá recuperación. Lo sabe el propio presidente que coquetea con un cambio de gobierno que incorpore criterio y respetabilidad a un ejecutivo errante, por mudable y equivocado. Puede funcionar, pero lo dudo sin que signifique también una mayoría parlamentaria estable. Un gobierno de coalición o unas elecciones anticipadas
son las únicas alternativas razonables. Cuanto antes se decida el presiente mejor, porque los inversores no van cambiar de opinión por mucho que salgan bonitas palabras de Madrid y Bruselas.
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