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El seísmo de la mirada

La Fundación Mapfre se da un festín de cine y fotografía surrealistas con «La subversión de las imágenes»

germaine krull

NATIVIDAD PULIDO

Tras el exitoso paso de los maestros impresionistas del Museo d'Orsay por estas mismas salas, ahora es otro gran museo parisino, el Pompidou, quien cede a la Fundación Mapfre buena parte de sus fondos y coorganiza con esta institución y el Fotomuseum Winterthur esta gran exposición dedicada al surrealismo.

Se centra en dos lenguajes: la fotografía y el cine. A través de 400 obras (300 instantáneas, un centenar de documentos y diez películas, entre ellas «Un perro andaluz» y «La Edad de Oro»), podemos comprobar cómo los surrealistas hicieron suyos la fotografía y el cine como medio de subversión para sus juegos trascendentes, irreverentes, poéticos. La muestra se acota en dos décadas (de comienzos de los años 20 al final de la II Guerra Mundial), una época de fecunda experimentación surrealista. Están presentes iconos de este movimiento, como «Violon d'Ingres», «Blanca y negra» y «Las lágrimas», bellísimas y celebérrimas imágenes de Man Ray. Pero, lejos de ser una retrospectiva de hitos surrealistas, esta muestra nos relata cómo un grupo de hombres y mujeres, con Breton y su insaciable apetito visual a la cabeza, quisieron cambiar la vida (como postulaba Rimbaud). Y lo hicieron comenzando por cambiar la mirada. «No querían hacer arte, planteaban una nueva forma de ver la realidad», dice Pablo Jiménez, director general del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre.

Los comisarios, Quentin Bajac y Clément Cheroux, subrayan que no hay una sino muchas fotografías surrealistas. Y es precisamente esta diversidad y complejidad la que se quieren sacar a la luz en la exposición. El recorrido comienza con una curiosa selección de instantáneas de los propios protagonistas de este cerrado grupo. Muy curiosas las fotos que se hicieron los surrealistas en las cabinas de fotomatón: Breton y Buñuel posan con los ojos cerrados, Ernst y Tanguy hacen muecas, Dalí se pone vizco... También resulta interesante ver a un Cartier-Bresson que deja a un lado la fotografía documental para coquetear con el surrealismo. «Querido Breton, ¿le convendría este paño?», es la dedicatoria que reza en una fotografía que le dedica y le envía al Papa del surrealismo. También Dora Maar abandona las trincheras y Magritte sus inmortales nubes en pos del sueño surrealista. No faltan las escenificaciones que llevaron a cabo los surrealistas en su peculiar teatro de la sinrazón (Artaud), ni el erotismo que destilan estos voyeurs en maniquíes, muñecas y mujeres semidesnudas atadas, con cierto aire sadomasoquistas. Todo deseo y obsesión. Tal es así, y tan subido es el tono de algunas imágenes (Aragon, Peret y Man Ray), que se ha instalado una especie de sala reservada, con advertencia para menores incluida. Pueblan la exposición seres extraños, bellas y misteriosas mujeres que se tapan el rostro, pero sobre todo hay ojos, muchos ojos abiertos de par en par que nos acechan. Los surrealistas provocaron un auténtico seísmo de la mirada.

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