Jueves
, 10-06-10
DE PROPIO
La opinión es un género duro, particularmente complicado si quien lo ejerce está obligado a practicar también el periodismo, con el que es poco compatible. La aproximación a las personas y a las circunstancias, a las noticias, resta contundencia, aplomo y desenvoltura a los adjetivos. Todo se complica y contra de lo que pudiera parecer se vuelve más vidrioso y complejo, difícil de explicar. Desde la distancia, Madrid por ejemplo, se lee la carta de cumpleaños de Jordi Pujol y sacar la navaja para escribir es un acto reflejo, instintivo, natural.
Debe tenerse en cuenta que las últimas declaraciones del ex presidente de la Generalitat han tenido por objeto subrayar el gran ejercicio de responsabilidad de CiU al salvar el plan de austeridad de Zapatero y loar el enorme sentido de Estado del que siempre ha hecho gala -ostentación, podría decirse- Converg_ncia, pese a que nunca se ha sabido que tuviera un programa que fuera más allá de las tierras del Ebro, operación reformista aparte. No obstante, las palabras de Pujol, desde la atalaya de su edad, su trayectoria y su legado político, deben ser tenidas en cuenta o, al menos, escuchadas con respeto y analizadas con rigor. De poco valen los chistes, las caricaturas y menos aún las invectivas.
Es cierto que CiU ha salido en defensa del plan de Zapatero, como en su día acudió al rescate de un González acosado por la corrupción y el terrorismo de Estado y permitió posteriormente la conformación del primer gobierno de derechas desde la instauración de la democracia, con lo que el balance de la participación del nacionalismo catalán ha sido notorio y arroja luces y sombras, según quién haga la lectura.
De lo que no cabe duda es de que Pujol reivindica un papel en España que choca frontalmente con las ansias independentistas que manifiesta a la par, sin género de dudas, sin atisbo de ambigüedad. Su carta es un claro ejemplo, así como sus declaraciones en favor de un debate sobre la independencia en el programa de Josep Cuní.
No hay dobleces, sino acaso contradicción entre el constante salvar España de la incompetencia de sus presidentes (Felipe, Aznar y Zapatero) y la travesía en el desierto hacia la independencia. Poético, sí, pero quimérico. ¿Huellas en la arena de un desierto? ¿Hartazgo de España? ¿A qué Pujol creer? ¿Que CiU es la de verdad? ¿Dónde está Pretoria en este discurso?


