A. S. Byatt: «Escribo cuentos de hadas para adultos que alguna vez también fueron niños»
Tras libros como «Posesión», «Ángeles e insectos» o «Una mujer que silba», la novelista da una vuelta de tuerca (como su admirado Henry James) a su narrativa con «El libro de los niños»
Dicen de ella, Antonia Susan Byatt, que es una victoriana posmoderna. Aseguran que es la más poderosa narradora británica de nuestros días. Premios como el Booker por su novela «Posesión» la avalan. Y títulos como el más reciente y ambicioso de todos, «El libro de ... los niños» (Ed. Lumen), novecientas páginas de literatura con todas las mayúsculas que recrea las relaciones entre mayores y niños en un ambiente utópico (el de los fabianos, que creían que la educación traería la felicidad) entre el fin de la Era Victoriana y la I Primera Guerra Mundial. Los maltrechos héroes infantiles de Dickens, las Bronte, Henry James, torrentes de imaginación y fantasía se escurren por este millar de páginas en las que casi nada es lo que parece.
-El mundo de los niños es un gran misterio para los mayores.
-Mi novela se sitúa en un momento en el que por primera vez los adultos piensan y hablan a los niños como si fueran personas con ideas y opiniones propias. Nunca se sabe con certeza lo que un niño piensa, qué le preocupa. Gran parte del misterio de mi novela se origina en esas cosas que los mayores ocultan a los niños, un mundo de secretos que les desorienta y asusta.
-¿Para un escritor es especialmente tentador escribir una novela con «niños dentro?».
-Cuando era niña, soñaba con dejar de serlo lo más pronto posible. Creo que ser adulto es más interesante, emocionante y libre. Hablando de la literatura, yo nunca he querido escribir para los niños. Escribo acerca de los niños pero para los adultos, y escribo cuentos de hadas para esos adultos que alguna vez fueron niños.
-«Oliver Twist» y «Grandes esperanzas», de Dickens; «Alicia en el País de las Maravillas», de Carroll; «El señor de las moscas», de Golding; «Jane Eyre», de Charlotte Bronte...
-Todas me han influido mucho. Salvo «El señor de las moscas», las leí de niña. La infancia de los héroes de Dickens (David Copperfield, Pip, Oliver Twist) es aterradora, y el comienzo de «Grandes esperanzas» es uno de los principios más increíbles de la historia de la literatura. De pequeña, gracias a estos libros, y a «Jane Eyre», aprendí lo que son el terror y la injusticia, que esas cosas existen.
-Se habla de las nuevas tecnologías, de la muerte del libro en papel... A usted no le da miedo, su novela tiene 900 páginas...
-Ahora mismo, mi esposo me ha mandado un correo con una cita de un blog en la que se dice que mi libro es muy voluminoso y demasiado largo para meterlo en un Kindle. Como a cualquier escritor, esto me asusta. Me preocupa pensar qué pasará si Google puede disponer libremente de mis textos sin pagarme. Pero por otro lado, me encantan las nuevas tecnologías, Amazon, Google, Wikipedia, son herramientas maravillosas para un novelista.
-Esta obra parece escrita como en «los viejos tiempos», para leer junto al fuego, mientras afuera cae la nieve.
-Hay algo de eso, está escrita como si yo fuera una contadora moderna de cuentos. Hay anécdotas al respecto: algunos lectores me han contado que no tenían tiempo para cocinar por las horas que les robaba la lectura del libro. Pero sí, creo que no es un libro adecuado para llevar en el avión o en el tren.
-Se dice que los niños de hoy ya no leen, que prefieren el ordenador, los juegos con la play station, el mundo de las imágenes... ¿Es usted pesimista ante la relación de los niños de hoy con la literatura?
-Creo que tiene razón, hay muchos niños que no consideran la lectura como un placer o una necesidad. El sistema educativo tampoco ayuda. Pero también pienso que los que leen lo hacen más y mejor. Mi nieta de diecisiete años lee más y de forma más sofisticado de lo que yo leía a su edad. La lectura no morirá nunca. Por mucho que hoy en día necesitemos pantallas, símbolos, joysticks, computadores, el lenguaje es imprescindible para ser verdadera y auténticamente humanos.
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