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Zapatero queda abocado a las elecciones tras aniquilar su proyecto con el decretazo

JAIME GARCÍA Zapatero junto a Alonso, en los pasillos del Congreso

José Luis Rodríguez Zapatero calló ayer en el Congreso. El presidente del Gobierno guardó un silencio monacal durante todo el debate del decreto-ley que contiene el mayor recorte social de las últimas décadas, y se negó a tomar la palabra ni siquiera para contestar a Mariano Rajoy, ni al resto de portavoces cuando le acusaron de ser el principal problema de la economía española.

Siguió el debate serio, muy tenso, como ajeno a todo y sólo se relajó cuando José Bono proclamó que el «decretazo» quedaba convalidado por 169 votos a favor, 168 en contra y 13 abstenciones, un solo voto de diferencia que le salvaba del descrédito internacional, porque el nacional ya quedó patente en las dos horas anteriores de debate, y de la dimisión inmediata.

Esta vez no hubo aplausos de los socialistas ante una pírrica victoria que no pudo quitarles el acre sabor de la derrota política y de estar en el final de una etapa, tras quedar aislados en el Parlamento.

Se cumplió el guión previsto y al Grupo Socialista le bastaron sus 169 diputados para ganar por mayoría simple la votación más trascendental de lo que llevamos de legislatura. Estaba en juego un decreto-ley que suponía el desengaño de las políticas de Zapatero, de todo su programa, de su talante, de sus promesas. «¿Qué ha quedado de aquello de que necesitamos un Gobierno que no nos mienta?», preguntó Rajoy, pero Zapatero guardaba silencio, como ausente. La congelación de las pensiones, la voladura del Pacto de Toledo del que tan orgullosos estaban todos los grupos parlamentarios, y el recorte en un 5 por ciento de media en el sueldo de los empleados públicos han puesto patas arriba el ideario político de Zapatero y del PSOE.

La vicepresidenta segunda, Elena Salgado, defendió como supo el «bandazo» del Gobierno, con un tono triste, resignado y echando la culpa otra vez a las «circunstancias»: «Es urgente replantear el ritmo de salida de la crisis. Ahora, las circunstancias han vuelto a cambiar, es necesario acomodarnos a ellas y hacer un esfuerzo colectivo».

Zapatero y sus «circunstancias» se han salvado gracias a los votos del Grupo Socialista, pero también a las abstenciones de CiU, Coalición Canaria y UPN. Cada uno de esos 13 votos han resultado vitales para la convalidación del decreto-ley. Bastaría con que sólo uno de ellos hubiera votado en contra para que el empate a 169 votos significara, tras tres votaciones, la derogación del tijeretazo. Pero todos apelaron a la «responsabilidad» y a la reacción de los mercados y de los organismos internacionales para justificar un voto que no se correspondía con sus discursos durísimos hacia Zapatero.

Duran, enfadado

El portavoz de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, se erigió como protagonista del debate. Su discurso fue tan vibrante como brillante, y no dudó en apelar al patriotismo -«Mi responsabilidad es evitar que España caiga más todavía»- para explicar la abstención de sus 10 diputados. Los socialistas, conmovidos, le aplaudieron, pero sólo lograron enfadar a Duran, el líder político mejor valorado: «¡No me aplaudan porque no estoy de acuerdo con ustedes!».

La abstención de CiU significa que salva hoy a Zapatero, pero no mañana. Duran lo dejó claro cuando advirtió que no cuenten con ellos para aprobar los Presupuestos de 2011 o cuando miró a Zapatero y le espetó: «¡El problema es usted y su Gobierno! ¡Se acabó su etapa!». Dicho esto, pidió elecciones anticipadas, pero no ahora, sino a finales de año, cuando el Gobierno se vea sin apoyos para aprobar las cuentas públicas... y una vez celebradas ya las catalanas, previstas para otoño, aunque esto se lo calló.

Con todo, Duran dejó satisfechos a los socialistas, que usaron su «patriótica» abstención para reprocharle al PP su «gran error». Mariano Rajoy ni se inmutó ante las presiones que recibió desde todos los frentes para que cambiara su voto: «Simple y claramente, votamos que no». No pidió adelanto de elecciones, ni falta que hizo porque, como Duran, responsabilizó a Zapatero de los males de la economía y advirtió que la solución pasa por su marcha. El voto del PP fue también un voto «patriótico», pero al revés del de CiU: votaron que «no» para forzar una derrota de Zapatero, lo que supondría una moción de censura en toda regla y por tanto un giro político, que en realidad es lo que estaba reclamando la mayoría de la Cámara. Tras el debate, Rajoy comentó con los suyos que Zapatero había quedado «tocado» tras este trance, y volvió a defender su voto negativo porque el PP debía mostrar que tiene una política radicalmente diferente.

Misterio sin resolver

La actitud de los dos diputados de Coalición Canaria es uno de esos misterios sin resolver que circulan por el Congreso. «Mariano, un día nos tienes que explicar lo de Coalición Canaria», dijo un diputado del PP a Rajoy en los pasillos, sorprendido de que los dos canarios, socios presupuestarios del Gobierno, salven otra vez a Zapatero, mientras en las Islas el PP sostiene a esta formación en el poder. Rajoy sonrió discretamente y se encogió de hombros. Si lo de CC no deja de ser un misterio, el voto de UPN se explica por el pacto de Navarra con los socialistas.

Pese a las abstenciones, el vapuleo fue general. El PNV, hasta ahora socio estable del PSOE para aprobar los Presupuestos, ha dado portazo a Zapatero, lo mismo que toda la izquierda parlamentaria, que amenaza con una huelga general. Las «circunstancias» siguen cambiando y ahora se aproxima la reforma laboral.

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