«La ciudad de la alegría», de Dominique Lapierre, regresa a Madrid
De no ser escritor, hubiese sido criador de caballos. Le encantan. Pero se hizo escritor convencido de que así podría cambiar el mundo. Dominique Lapierre , autor de éxitos como «La ciudad de la alegría» o «Esta noche, la libertad», no ha perdido ese optimismo. Tiene la fuerza del caballo y la ternura de los niños que conoció en Calcuta.
No empieza un libro hasta que no reúne «voluntad y material suficientes para escribir diez libros», y cuando lo hace, primero rellena tres columnas sobre el lugar: en la primera anota colores; en la segunda, sonidos; y en la tercera, olores. «Quiero dar al lector la impresión de que vive la historia desde dentro», explica.
Es francés, pero habla un perfecto español. Ahora regresa a Madrid para presentar en la Feria del Libro la reedición que la editorial Planeta hace de sus obras claves. Ha escrito (gran parte al alimón con Larry Collins ) sobre los grandes temas de la historia contemporánea: la II Guerra Mundial en «¿Arde Paris?», la guerra civil española en «O llevarás luto por mí», la creación del estado de Israel en «Oh, Jerusalén», Sudáfrica en «Un arco iris en la noche»… Pero mantiene una especial relación con la India. Por eso, «La ciudad de la alegría» es «un himno al alma, a la capacidad de ser más poderosos que la adversidad», anota.
Descubrir Calcuta
Cuando la escribió, no podía prever su repercusión. «Para mí era una obligación dar al mundo la historia de supervivencia, de fe y esperanza de un pueblo completamente desheredado en un barrio de chabolas de la ciudad de Calcuta. No me importaba si vendía dos libros o, como hemos vendido, nueve millones», señala.
Para documentarse, Lapierre vivió dos años en Calcuta, donde conoció a la Madre Teresa . Una vez, la religiosa le dijo: «Vosotros, en el rico Occidente, sufrís de una lepra peor que la nuestra de Calcuta, una lepra que se llama la soledad». El autor considera que la Madre Teresa llevaba razón: «Hay –añade Lapierre–, demasiada gente aquí que nunca recibe ni amistad ni cariño, la gente vive aislada».
Fue al regreso de aquel viaje cuando entendió que era «una obligación» compartir lo que había vivido: «No basta con ser un gran autor de best seller, hay también que ser un actor para cambiar las injusticias que denuncias en tus libros». Amparado por esa convicción, Lapierre, desde hace 27 años, destina la mitad de sus derechos de autor y todos los donativos de sus lectores a acciones humanitarias en los barrios de chabolas de Calcuta y zonas rurales muy pobres de Bengala, y también en África y Sudamérica.
Gracias a esta labor, él y su esposa contribuyen a salvar a diez mil niños enfermos de lepra, a curar a un millón de tuberculosos y a crear más de 700 pozos de agua potable. Sin embargo, asegura que la crisis se nota y que la gente está disminuyendo sus donativos. Ante lo que añade un llamamiento a los lectores: «No tienen que venir a Calcuta, bastaría con que inviten a sus amigos a que compren los libros. Yo pienso que cuando uno compra uno de mis libros, compra una buena aventura literaria, pero también una buena oportunidad de participar».
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