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ABC Cultural

En un caserón y con los plomos fundidos

Aunque de un modo gradual y tortuoso, la inquietante historia que cuenta el ecuatoriano Sebastián Cordero avanza siempre por la cara más escarpada e incómoda del drama y de lo romántico: viene a contar una historia de amor pero en el interior de una cazuela ... de agua hirviendo, y de hecho, esta parte de la trama (la romántica) es continuamente devorada por la sensación de amenaza constante, de intriga enfermiza y peligrosa, por la asfixia de los personajes y de las situaciones, y especialmente por la buena elección en la física de los protagonistas: él, un inmigrante que trabaja en la construcción y que tiene un cable pelado y siempre a punto de fundirle los plomos, lo que se le suele dibujar en un muestrario de tics maniaco-depresivos en un rostro tan poco fiable como el puente que cruza Indiana Jones; y ella, colombiana, empleada en un caserón al servicio de un matrimonio estampado contra su propia pared.

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