De las chabolas a un piso por 120 euros
Las excavadoras derriban once infraviviendas en el poblado madrileño de Las Mimbreras. No hubo incidentes, ya que la mayoría de las familias han sido realojados
Las excavadoras y los agentes de la Policía Nacional llegaron bien pronto al poblado chabolista de Las Mimbreras, en el suroeste de Madrid. A las 9.30 de la mañana, los residentes, que una semana antes habían recibido el aviso de derribo, tenían recogidas sus principales pertenencias. No se produjeron altercados ni hubo protestas, ya que en esta ocasión, el derribo iba asociado al realojo. En tres horas, once familias habían perdido su chamizo, pero sólo ocho tenían derecho a ser reubicadas en pisos en altura de la Comunidad.
«¿Quién quiere vivir aquí rodeado de porquería, ratas y pobreza? Nosotros queremos una casa y encontrar un lugar más pacífico», pronunciaba Tamara, una de las moradoras del lugar que por poco tiempo mantiene en pie su casa.
Con o sin realojo, Las Mimbreras tienen los días contados. En octubre de 2008, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital firmaron un convenio para erradicar el chabolismo en la capital. Este convenio establece unos requisitos para trasladar a una vivienda normalizada a determinadas familias.
Urtain, de 40 años, es uno de los chabolistas que hoy se han quedado sin casa y sin derecho a otra casa. También sus dos hijos. «No cumplimos las condiciones, pero es que nuestra costumbre gitana es distinta. No nos casamos por lo civil ni nos empadronamos, así que no hay papeles», sostenía.
De las 120 chabolas que el Instituto de Realojamiento e Integración Social (Iris) tiene censadas en Las Mimbreras, sólo 50 cumplen las condiciones para otorgarles un piso. «Es una lotería que nos den una casa que podamos pagar dedicándonos a la chatarra», manifestaba Paqui.
Los primeros realojados de Las Mimbreras pagan 120 euros por una vivienda en alquiler . El Iris sólo reubica a una familia por bloque de viviendas para incrementar así el nivel de integración y evitar la creación de guetos. Del mismo modo, este órgano realiza un seguimiento social a las familias desde meses. El control puede extenderse hasta los cinco o siete años.
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