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La dichosa diglosia

Bilingüismo, en especial cuando una de las lenguas goza de prestigio o privilegios sociales o políticos superiores», definición de diglosia según la Real Academia Española. La dichosa palabreja es uno de los aburridos pero eficaces mantras que repiten al unísono Bloque, Mesa pola Normalización, Queremos Galego y el sindicato CIG, que no dejan de ser las mismas personas con distintas siglas, junto al muy manido «derecho a vivir en galego». Esa supuesta inferioridad, política o social, del gallego ha traído consecuencias muy importantes y graves en nuestra legislación y por ello en nuestra vida diaria, y lo que empezó siendo un reconocimiento del derecho a usar el gallego en cualquier ámbito se ha convertido en una nueva religión con sus sacerdotes, sus días santos -el 17 de Mayo- y con su propia fe: la creencia que el universo gira en torno al gallego.

La ley de Normalización Lingüística se aprobó en el año 1983, hace 27 años. Creo que sería difícil, por no decir imposible, encontrar algún ámbito, sector laboral, ocupación u sector de la sociedad en el que no se pueda utilizar el gallego libremente de forma oral y/o escrita. Sin embargo, según lamentan los mentados, sigue existiendo diglosia, aunque semeje invisible para muchos, excepto para ese grupo de interesados iluminados de la secta nacionalista.

La diglosia sirve para justificar el abandono de la enseñanza infantil en lengua materna, derecho otrora exigido por los nacionalistas antes de controlar el Diario Oficial de Galicia y que han subvertido y modificado en la erróneamente llamada lengua propia (y decimos erróneamente porque es un error que el Estatuto de Autonomía y la propia ley de normalización definan como lengua propia de Galicia al gallego, convirtiendo una obviedad lingüística en un artículo con consecuencias jurídicas). Tan obvio es que los gallegos hablan gallego como que los gallegos hablan español. También justifica, al parecer, que todos los alumnos puedan llegar a recibir el 100% de su enseñanza en gallego y ser obligados a expresarse y hacer sus exámenes en gallego en prácticamente todo el horario lectivo. Y esto no es un desvarío mío, está recogido y se viene aplicando en Galicia desde el decreto 124/07, a punto de derogarse. Para superar esos supuestos desequilibrios entre las lenguas, los profesores tienen que impartir la enseñanza en gallego y a su vez, los alumnos expresarse en clase, hacer los exámenes y tener los libros en gallego. No importa en que lengua sean más eficaces, en cual el conocimiento se transmita más fluidamente.

La diglosia también tiene sus cosas buenas: da de comer a mucha gente. Especialmente destacables son las subvenciones a la Mesa por la Normalización, que superaron durante el bipartito el medio millón de euros; por no mencionar al BNG, que también se alimenta del victimismo de la diglosia para apoyar su proyecto identitario e independentista. Podemos mencionar también al sindicato satélite CIG, que se dedica en los últimos tiempos a recoger firmas de profesores a favor de la insumisión contra el nuevo decreto en fase de informes previa a su aprobación. Son insumisos para someter a otros. Todo es poco y todo vale para acabar con la dichosa diglosia, una agresión aquí, una quema de banderas allá, una mentira en un caso de Lugo... ¿Es que estos obsesos de la diglosia no se cansan nunca? ¡Que nos dejen en paz, por favor!

*Presidente de la Mesa por la Libertad Lingüística

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