Hazte premium Hazte premium

«Tenía una sensación de cárcel en mis primeros trabajos» begoña aranguren escritora y periodista

rafa medina

«La vida es muy dura, pero es un tango y si no lo bailas, te mueres». Una vez superada la crisis de los 60, Begoña Aranguren (Bilbao, 1949) sigue dispuesta a mantenerse en activo y dar nuevos libros a la imprenta. El último, `El amor del rey´ (Planeta), ha sido galardonado con el Premio Azorín de Novela. Y su autora, que durante muchos años se dedicó a su faceta de periodista en espacios como `Epílogo´ (Canal Plus), se muestra feliz y habla sin pelos en la lengua.

¿Cuál fue su primer empleo?

Un puesto en el Banco Atlántico, en Madrid, cuando tenía 18 años. Yo acababa de llegar de Estados Unidos, porque mi padre, que fue agregado industrial en la embajada, había estado destinado en Washington. Así que, como sabía inglés muy bien, era una especie de relaciones públicas.

¿Qué recuerdos conserva de aquella experiencia?

En general, de lo que no ha sido lo mío, es decir, el periodismo y la literatura, no guardo buenos recuerdos. Creo que era la persona equivocada para las cosas que, a veces, intenté hacer. Tenía una sensación de cárcel... Cuando lo he pasado bien, ha sido gracias a los compañeros. Pero, entonces, todavía vivíamos en ese Madrid terrible en el que los señores iban a comidas de trabajo que, naturalmente, pagaba la empresa, y volvían a la oficina a tu hora de salida.

¿Cuáles son esos otros trabajos puramente alimenticios que ha desempeñado?

Del Banco Atlántico pasé a la Fundación General Mediterránea, donde tenía una compañera encantadora con la que me reía muchísimo, porque después de llevar no sé cuantísimo tiempo allí no sabíamos a qué se dedicaban. También he trabajado de relaciones públicas y como gestora en Eroski, en Vizcaya, y en la Fundación BBV, que, aunque suene muy bien, resultó un espanto, porque teníamos una jefa horrorosa.

Su vocación por la escritura se despertó muy pronto. Tengo entendido que la primera persona que leyó sus poemas fue Miguel Delibes. Qué honor, ¿no?

Efectivamente, qué honor. Yo tenía 13 años, y Miguel Delibes, que trabajaba como profesor invitado en una universidad de Washington, venía a casa con su mujer. Él fue la primera persona que vio, en un cuaderno de cuero muy bonito, las poesías que escribía.

¿Y qué le dijo?

Qué me va a decir, que le parecían preciosas. Aunque no estoy nada convencida de la sinceridad de las palabras del pobre Delibes, a mí me estimuló. Por entonces, yo me aburría muchísimo en el colegio y aprovechaba para leer a los clásicos españoles a la hora de la comida. Lamento, sin embargo, no haber aprovechado mejor las ocasiones que tuve para estudiar. De ser ahora, hubiera estudiado una carrera que me hubiera dado una amplísima cultura que no tengo y me hubiera dedicado a algo de letras, porque cada vez tengo más claro que mi vida es escribir.

Quizá la vida la ha llevado.

La vida te lleva, y cuando eres la 13 de 14 te lleva más.

¿Y cómo marca eso de ser la número 13 de 14 hermanos?

Una casa de muchos y tan abierta como era la de nuestros padres es divertidísima. Mi hermana mayor tenía una frase que, para mí, resume perfectamente lo que pasaba en ella. Decía: «El que estudia en esta casa es que es imbécil». Aquella casa parecía un club social de provincias: unos jugaban al `bridge´; otros, al tute; otros charlaban alegremente, porque había tertulia desde las diez de la mañana; teníamos los discos más nuevos porque había un loco de la música que los traía de Inglaterra... Había de todo. Y si íbamos a salir, mi madre, una especia de gallina clueca que acogía a todo el mundo, nos decía: «¿Por qué vais a cenar fuera, si aquí tenéis merluza?» [Risas].

Así empezó

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación