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Hacer la visita

ZAPATERO y Rajoy se desprecian mutuamente. Ambos tienden a olvidar que «el otro» también cuenta con el respaldo de diez millones de votantes y que, entre los dos, acumulan un poder inmenso, excesivo, que nunca tuvo nadie en una democracia. Nuestra degeneración partitocrática, contraria al espíritu de la Transición y a la letra de la Constitución, ha determinado que los líderes del PSOE y del PP puedan, por ellos mismos, determinar quien será alcalde en la mayor parte de nuestras ciudades: uno de los dos que encabecen las listas municipales con el emblema de la rosa o el de la gaviota. Controlan, por supuesto, el Legislativo que, en correlación con los votos que acumulan, ha de plegarse a su voluntad conjunta y, por ello mismo, extienden su poder al Judicial y, en otro plano, mandan en el Constitucional. Dado nuestro sistema electoral, que defienden con uñas y dientes, así es y así seguirá siendo.

El poder moderador de tan inquietante y potencial concentración de poder debiera residir, principalmente, en los partidos que les respaldan a ambos; pero, también degenerando, más que las ideas y la representatividad la fuerza dominante en ellos es el empleo. La militancia tiende a renunciar a su espíritu crítico y a los nobles ideales en bien del confort. De ahí su obediencia, su adhesión inquebrantable, idéntica a la de otros tiempos que ya parecían superados. ¿Dos mejor que uno?

Hoy José Luis Rodríguez Zapatero recibe a Mariano Rajoy. Es un acto litúrgico que conviene al presidente del Gobierno y que, en una democracia retransmitida, no puede evitar el aspirante; pero bien podría hacerse, por anticipado, la crónica del encuentro. Es tal el repelús que les anima al uno contra el otro que ambos, maestros los dos del inmovilismo, cumplirán con los informadores gráficos para perpetuarse en el Olimpo de los telediarios. Si fueran capaces de entenderse, de anteponer los intereses de la Nación a los suyos propios y a los de sus partidos, podría salir del encuentro alguna solución salutífera para las Cajas, esa rémora en que ha devenido la mitad del sistema financiero; pero nadie puede dar lo que no tiene ni saltar hasta donde no puede. Llevan año y medio sin verse a solas y, cumplido el trámite, volverán por donde solían. Zapatero ya tiene demostrado lo que cabe sospechar en Rajoy y, hecha la visita, cada cual puede volver a contemplar su propio ombligo.

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