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De Gracián a Naïr

G. VILLAMIL Foto de familia de los invitados ayer al foro; en el centro, el pensador y sociólogo francés Sami Naïr

Comenzar una «pieza» a propósito de Sami Naïr, el famoso pensador y sociólogo francés, con unas palabras del filósofo español Baltasar Gracián puede parecer un contrasentido si tenemos en cuenta que, para Naïr, Gracián es precisamente la luz que guía el pensamiento español desde mediados del siglo XVII y, por tanto, el responsable último de que la España del Barroco tomara derroteros alejados de los de Europa, y se encerrara en una burbuja oscura y retrógrada.

Para Naïr las tinieblas devenidas de la Contrarreforma, tan solo iluminadas por el débil candil del gracianismo, nos alejaron de la portentosa luminosidad del cartesianismo o del leibnizismo imperante en Europa. España perdió aquel tren -o no quiso cogerlo- de la modernidad Europea y, desde entonces hasta casi finiquitado el siglo XX, no ha podido o sabido encaramarse a un vagón.

Es Sami Naïr un tipo simpático y muy cercano, un portento memorioso -ya quisiera aquel Funes borgeano- y un pensador con un discurso perfectamente armado y fundamentado. Escucharle es como mirar el mundo con una luz nueva, una luz, por desgracia, no usada. Hay en sus palabras un todo de racionalidad, de sentido común, de bonhomía sugerente.

Bien es cierto que algunos aspectos de su argumentario son de una utopía casi tangible; lo cual no quita para que la esencia de su pensamiento medular resulte de un valor nada desdeñable.

Gracias a El Norte de Castilla y a la Fundación Gabarrón unos pocos pudimos regalarnos ayer un ratito con este francés enorme -o argelino, si atendemos a razones de cuna-. Un ratito que, sin embargo, supo a poco por las premuras y las exigencias del guión.

Pero, como he dicho al principio, voy a comenzar esta pieza con Gracián. Decía el cuasibilbilitano en su «Oráculo manual y arte de prudencia» esto: tratar con quien se pueda aprender. Sea el amigable trato escuela de erudición, y la conversación enseñanza culta. Un hacer de los amigos maestros, penetrando el útil del aprender con el gusto de conversar. No encuentro mejor manera de definir el encuentro.

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