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El tesoro perdido de John Ford

A. W.

La marina había rechazado a John Ford por miope en la Primera Guerra Mundial pero en la Segunda se vio al mando del Field Photographic Service del secretísimo organismo OSS (embrión de la CIA) creado por el presidente Roosevelt. El comandante Ford no se tomó a broma su contribución al esfuerzo bélico: entrenó a un equipo propio de técnicos de la industria, en parte para llevar a cabo sus ambiciosos proyectos dentro del servicio, y en parte para eludir mejor posibles interferencias de sus «productores» gubernamentales, como tenía por norma en su trabajo en Hollywood. Se estrena como director de documentales en 1941 (llevaba rodados por entonces casi un centenar de films de ficción) con Sex Hygiene, que es lo que amenaza su título: una gráfica advertencia sobre los peligros de las enfermedades venéreas. Durante los años siguientes, viajando sin cesar por los escenarios del primer conflicto realmente global, rodó o supervisó medio centenar de títulos, muchos de ellos de circulación restringida, sólo para los ojos de militares o de sus superiores de la OSS.

Las dos películas más famosas resultado de sus patrióticos desvelos las ofrece este periódico esta semana y la siguiente. «El 7 de diciembre» es de hecho obra en su mayor parte de Gregg Toland, el prodigioso director de fotografía de «Ciudadano Kane». Toland la planteó como un análisis de por qué el ataque a Hawai pilló por sorpresa a los americanos. Esto no gustó al alto mando («da la impresión de que la Marina no estaba haciendo su trabajo», dijo un almirante) y entonces Ford hizo un nuevo montaje, reduciendo el metraje de 85 a 34 minutos: le valió el Oscar al mejor documental en 1943.

El mismo galardón había recibido el año antes «La batalla de Midway». La diferencia es que ésta es una obra verdaderamente personal, de hecho, es una de las mejores películas de Ford. Hay canciones, funerales y hombres intrépidos; hermosas composiciones visuales y una sabia estimulación de las emociones. También, sin descuidar la vocación didáctica de la pieza, aporta diversas innovaciones al documental de guerra: nada de material de archivo, nada de reconstrucciones con actores (aunque utiliza a varios de la compañía estable fordiana en el polifónico comentario en off: Henry Fonda, Donald Crisp, Jane Darwell). Rodada en directo, Ford tuvo incluso la intuición de dejar las sacudidas de la cámara provocadas por los bombardeos: ello se convirtió luego en un rasgo de estilo del género. Orgulloso de su trabajo, Ford no permitió que lo remontara nadie. Y pidió que en su funeral cubrieran su féretro la bandera del despacho que había ocupado en Midway.

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