Miércoles , 31-03-10
POR fin, alguien con coraje pone los puntos sobre las íes a los paladines del rezo ecuménico en la Mezquita-Catedral. Ha tenido que recalar en Córdoba un obispo de Toledo, cuna de la multiculturalidad -que dirán los auríspices de la alianza de civilizaciones-, para cortar de raíz estériles discusiones bizantinas sobre la conveniencia o no de que los musulmanes se laven los pies en las pilas del Patio de los Naranjos. Demetrio Fernández lo ha dejado claro nada más recoger el báculo.
Esa ingenua utopía del pensamiento políticamente correcto, la milonga del rezo compartido, no encontrará asiento en el templo sagrado de su Iglesia mientras él ocupe el sillón de Osio. Es un asunto cerrado, que no tiene vuelta de hoja. Aunque, quizás, esa claridad de ideas tampoco le libre al bueno de monseñor de oír a los chamanes de la junta islámica, como Mansur Escudero, reivindicar sus minutos mediáticos de gloria plantando una alfombra junto a los capiteles romanos, griegos y árabes que mandó levantar Abderramán I. Por mí, como si Mansur se pone mirando a la Meca. Aunque todo el mundo sabe que la Mezquita está orientada a Damasco. Vaya por Dios. O por Alá.
Puestos a predicar el buen rollito, la dialéctica del «flower power» de la tolerancia, que vengan también a orar a sus deidades los descendientes de los reyes visigodos, por aquello de que el templo califal se edificó sobre una basílica de esta época.
Hace bien el prelado en no dar cuartelillo a los pacifistas que defienden la igualdad moral de quienes siguen pensando que la guerra es un medio legítimo para imponer sus creencias. Una etapa, la de las cruentas cruzadas, felizmente superada hace siglos por la misma Iglesia a la que hoy someten a juicios sumarísimos, pese a que el humo de las hogueras de la Inquisición se extinguió hace tiempo y ya pidió perdón por sus errores históricos. En el fondo, lo que está en juego no es el rezo compartido en un edificio donde se puede leer la memoria viva de la ciudad, sino la colisión de dos concepciones contrapuestas del mundo.
Pero, como está de moda el revisionismo histórico y en Córdoba salen arabistas hasta de debajo de las losas de granito -y mira que hay-, no faltarán las voces que vuelvan a tomar partido por la ecuménica fraternidad de campanario un día y al siguiente jaleen la retirada de los crucifijos de las escuelas.
Quienes practican la doctrina del laicismo extremista son capaces de sostener una cosa y la contraria. Soplar la vela y sorber de la cachimba a la vez. Clamar contra el celibato y callar ante el velo que oprime a la mujer. Poco les importa a estos meapilas caer en contradicciones alarmantes. Imponen el doble rasero de siempre. A todos ellos, don Demetrio les ha mandado un recado, alto y claro: baculazo y se acabó.

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