Los atentados terroristas se han disparado desde que Moscú anunciase oficialmente el fin del conflicto checheno. Los yihadistas pretenden provocar una «guerra económica a gran escala»
El doble atentado cometido ayer en Moscú, presumiblemente por la guerrilla islamista chechena, se produce en un momento muy delicado para el tándem que forman el presidente Dmitri Medvédev y el primer ministro, Vladímir Putin. Al fracaso de la política antiterrorista que se aplica en el Cáucaso Norte se unen otros muchos descalabros, especialmente en el terreno económico, y la falta endémica de democracia.
El final de la contienda en Chechenia ha sido proclamado tantas veces como el anuncio del comienzo de una guerra sin cuartel contra el terrorismo. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, puso fin al régimen especial antiterrorista en la república separatista hace justo un año, en abril de 2009, por considerar la situación «normalizada». Había estado vigente desde 1999, cuando empezó la segunda conflagración contra los separatistas islámicos. La primera guerra discurrió entre 1994 y 1996.
«A gran escala»
Apenas el jefe del Kremlin levantó el régimen antiterrorista, comenzó una ola de atentados. La insurgencia fundamentalista hace tiempo que está más instalada en las vecinas Ingushetia y Daguestán que en la propia Chechenia. El verano pasado fue el momento álgido en la campaña de ataques, con sangrientos atentados por todo el Cáucaso Norte, y especialmente en Nazrán y Grozni, capitales respectivas de Ingushetia y Chechenia.
Los separatistas reivindicaron incluso la explosión que en agosto devastó la central eléctrica de Sayano-Shúshenskaya (Siberia), la más grande de toda Rusia, causando 75 muertos. En un mensaje colgado en el portal de Internet www.kavkazcenter.com, los extremistas chechenos anunciaban que su líder, Dokú Umárov, había decidido declarar a Rusia «una guerra económica a gran escala».
Advirtieron que sus activistas habían sido enviados por toda Rusia para atacar infraestructuras. Una fuente del Kremlin consideró entonces la amenaza una «estupidez». Sin embargo, en noviembre, una bomba en la vía férrea Moscú-San Petersburgo hacía descarrilar el tren «Nevski Express» y mataba a 26 personas.
El pasado enero, un coche bomba trató de penetrar en un cuartel de la Policía en Majachkalá (Daguestán). La explosión se produjo a la entrada del complejo, causando la muerte a seis personas. La matanza hubiera sido colosal si el vehículo hubiese podido llegar al patio, donde estaban formados los agentes de la unidad. En casi todos los casos se trata de terroristas suicidas, mujeres por lo general.
Medvédev ordenó entonces lo mismo que hoy, reforzar los controles policiales. «La política de aplastamiento del terror en nuestro país continuará», dijo ayer.

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