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Alemania es culpable

YA tenemos un nuevo culpable de esa plaga mundial que es la crisis económica. Primero, fueron los norteamericanos, con sus déficit astronómicos, sus «fondos basura» y su mercado financiero sin control. Luego, los especuladores internacionales, listos a atacar a los países débiles, para sacarles la sangre. Y ahora, es la rica Alemania, con su egoísmo, con su insolidaridad, que se niega a acudir en ayuda de Grecia, poniendo en peligro el euro y la propia Unión Europea. ¡Qué fácil y cómoda explicación! Demasiado fácil y cómoda, para ser cierta.

De entrada, Alemania ha venido siendo el país más solidario de la Comunidad Europea. Es verdad que tras la Segunda Guerra Mundial no se le exigieron las abrumadoras reparaciones que tras la Primera, causantes en buena parte de la subida del nazismo. Pero no menos es cierto que la Alemania que en 1945 emergió de las ruinas pagó sus deudas con los judíos, tanto individualmente como con Israel, y con Europa, contribuyendo como nadie a levantar, primero, el Mercado Común, bajo Adenauer, y a implantar el euro después, bajo Kohl. A lo que hay que añadir la absorción de los 17 millones de alemanes orientales cuando se desplomó el Muro, que fue tanto como absorber de golpe a 17 millones de inmigrantes que llegaban con lo puesto, pues lo que había en la otra Alemania no servía para nada. Nadie ha aportado más tampoco a los países que se iban incorporando a la CEE. ¿Quién creen ustedes que ha pagado nuestras autovías? Bruselas. ¿Y quién creen que aporta más fondos a Bruselas? Alemania. ¿Tiene algo de extraño que los alemanes se nieguen a cargar con toda la deuda griega, cuando los griegos se jubilan a los 63 años y ellos tienen que esperar a los 67 para hacerlo? Ya sabemos que se benefician del mercado único, como mayor economía dentro de él. Pero eso no exonera a los pequeños de cumplir sus deberes.

Ese es el quid del asunto. ¿Han hecho el resto de los europeos sus deberes en esta crisis? Pues unos los han hecho más, otros, menos, y algunos, nada. Entre estos, Grecia, que incluso engañó al resto con sus cuentas. Mientras otros, como España, Portugal o Irlanda, se han engañado a sí mismos, confiando en que bastaba aguantar el chaparrón con un paraguas hasta que los demás tirasen de ellos. Pero esto no es un chaparrón. Es un diluvio, en el que podemos ahogarnos si no construimos un arca en la que ponernos a salvo. Grecia ya está con el agua al cuello y Portugal empieza a estarlo, con la descalificación de su deuda. Seguirán los que siguen esperando que escampe, que puede llegar o no para ellos.

Alemania, en cualquier caso, dice que en su arca ya no admite más. Puede que Angela Merkel se equivoque porque la deuda griega está principalmente en bancos alemanes, que serán los que más sufran con una bancarrota helénica. Pero todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Con su dinero, no con el de los demás. Aparte de que hay que decir «hasta aquí, y no más», porque en otro caso, todo el mundo pretendería vivir del resto, camino seguro hacia la bancarrota colectiva.

Ahora, de repente, todos piensan en el conjunto, y se muestran dispuestos a ayudar a Grecia. Zapatero, el primero, con 2.000 millones euros. ¿De dónde va a sacarlos si tiene dificultades en llegar a fin de mes? Porque no va a sacarlos del subsidio a los parados. Ni eliminando ministerios. Ni subiendo aún más el IVA. No, va a sacarlos emitiendo más deuda pública, su fórmula favorita para resolver la crisis. ¡Es la crisis, más deuda!, como los hermanos Marx, quemando el tren para alimentar la locomotora.

¿Saben lo que le dijo Angela Merkel en el Congreso extraordinario de Bruselas, el pasado 11 de enero, cuando le salió con sus fórmulas mágicas? «¿Está usted en condiciones de ayudar a alguien?» Buena pregunta. Sin respuesta, naturalmente.

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