«Estrella Roja»
Alexander Bogdánov. Ed. Nevsky Prospects. Prólogo de Edmund Griffiths. Postfacio de Marian Womack Traducción de Marian y William Womack. Ilustraciones de Sofía Rhei. 270 páginas. 14,65 euros
Año del Zar de 1908. La Revolución se cuece en las calles de Moscú y San Petersburgo. Muchos no olvidan al acorazado Potemkin y su revolucionaria marinería. Muchos, como Leonid, sueñan con banderas rojas, con el socialismo, pero aún pasarán diez años antes de la ... toma del Palacio de Invierno.
Lejos, muy lejos, a miles de kilómetros a través del espacio interestelar, en Marte, el Planeta Rojo (¿cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia?), hace ya décadas que sus habitantes viven en una sociedad comunista y escriben en su cuaderno de bitácora los logros de su perfecto mundo laboral, de su impresionante arquitectura, de sus artes al servicio del pueblo, de su ultradesarrollada sanidad, de su longevidad casi sin límites.
Y ya puestos, se dedican a hacer proselitismo. Objetivo: la Tierra. Objetivo: Leonid, Lenni para los marcianos, «invitado» a conocer de primerísima mano los logros de la patria marciana y socialista. Con estos mimbres inverosímiles, en el Año del Zar de 1908, Alexander Bogdánov , filósofo, escritor y médico, escribió «Estrella Roja» , una novela de ciencia-ficción que seguía la estela cósmica de Julio Verne y H. G. Wells , precursores de lo que los sapientes llaman «steampunk», un subgénero en el que los cacharros y los inventos casi suelen funcionar a vapor, un subgénero que también visita el cine («Wild, wild, west», Jim West en España, serie de gran éxito en los 60), el cómic, los videojuegos.
El propio Bogdanov era un comunista convencido, aunque acabó viéndoselas tiesas con Valdimir Illich Ulianov, más conocido del uno al otro confín del proletariado como Lenin . En Marte, a Leonid las cosas le irán moderadamente bien y hasta conocerá el amor de una marciana. Pero no es oro todo (ni siquiera acero, ni planes quinquenales) lo que brilla en el paraíso socialista y marciano. Leonid empezará a dudar…
El resto del puzzle han de acabarlo ustedes, pero sepan que las piezas que les ofrece Alexander Bogdánov son escurridizas, de una sombría belleza, y una metálica melancolía. El cuaderno de bitácora de este viaje interestelar hacia la utopía comunista también se escribe con renglones torcidos: «He visto mucha sangre, mucho sufrimiento que no podría evitarse, he visto imágenes de muerte y destrucción que me durarán una vida entera…». He visto cosas que ni siquiera imaginaríais, naves ardiendo…
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