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¿Es un globo, es una ballena?

SI usted está harto, como el autor de este artículo, de ir a una exposición y no saber si se encuentra en una galería de arte o en una tienda de electrodomésticos, si usted no aguanta más tener que mirar el catálogo para averiguar qué ... es «aquéllo» que está mirando o necesita que un crítico se lo explique, le recomiendo que se acerque a la galería Saoba, donde los lienzos de Ferrer-Dalmau devolverán la tranquilidad a su espíritu y harán gozar a sus ojos. Advierto que se trata de una exposición viejo estilo, es decir, donde los hombres tienen aspecto de hombres, y los caballos, de caballos, con estampas de las guerras carlistas como tema principal, aunque no faltan imágenes de don Quijote y Sancho por los campos de La Mancha, que Cervantes hubiese querido para su manuscrito. Pintura que no necesita interprete, un diálogo directo entre el lienzo y el espectador, un manantial creativo encauzado por la fidelidad al objeto -figura o paisaje-, que se representa, sin concesiones a la última moda, un regreso a los orígenes de un arte que se ha ido por los cerros de Úbeda o del Kilimanjaro. ¿O es todo el arte el que se ha ido de boreo? Porque estamos llegando a un extremo en que cualquier cosa puede ser arte. Un cordero degollado y metido en formol, por ejemplo. O un tiburón, que es lo último, de momento. ¿Será lo siguiente una ballena? No me extrañaría, pues más que récords artísticos, parece que se trata de batir récords olímpicos. O más bien, de extravagancias. Lo que convierten galerías y museos en barracas de feria.

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