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Un juego sin perdedores

Un juego sin perdedores

Los pioneros de la aventura gráfica «Lucas y el cuadro robado», satisfechos de su experiencia. En primer plano, Jaime y Ángel

POR MILAGROS ASENJO

FOTOS ERNESTO AGUDO

MADRID. Mañana se celebra el «Día Mundial del Síndrome de Down», que tiene como finalidad sensibilizar a la sociedad sobre las capacidades y la autonomía de las personas que nacen con esta alteración genética, y que sorprenden cada día con sus progresos. Entre las iniciativas para derribar falsos mitos y recomponer la realidad de un colectivo luchador como pocos, se acaba de lanzar un singular videojuego que sirve de excusa para darles la palabra.

«Estoy buscando al ladrón del cuadro con Lucas», afirma Jaime, uno de los pioneros de la primera aventura gráfica de España para jóvenes con síndrome de Down o con discapacidad intelectual, desarrollada por la Fundación Síndrome de Down de Madrid (FSDM), en colaboración con la Fundación Orange. Jaime forma parte de uno de los grupos de adolescentes y jóvenes con dispacacidad intelectual -el síndrome de Down se caracteriza por la presencia del alguna forma de discapacidad intelectual y física- que están probando con éxito el videojuego, ya que que le han otorgado una valoración de 8,5 sobre 10.

Gonzalo, Cristina, Patricia, Ángel e Irene muestran también sus destrezas informáticas y su implicación en la tarea de buscar el cuadro que, como todos los que aparecen en el juego, ha sido pintados por afectados por esta anomalía cromosómica conocido como trisomía 21.

«Lucas y el cuadro robado» es un videojuego para PC, que se desarrolla según la interacción del jugador con las herramientas y opciones de modo que sus decisiones marcan el camino a seguir.

Jaime como todos los chicos que participan en la aventura debe ponerse en la piel de Lucas, un detective privado contratado por la baronesa de la historia para recupera recuperar el valioso cuadro que le ha sido robado. Deberá resolver sorprendentes misterios para encontrar a un escurridizo ladrón. Es cosa de Jaime, que tiene también otros intereses profesionales y aficiones y aspiraciones. Le gusta el futbol, el tenis y el pádel. «Soy del Real Madrid y de España», proclama con orgullo. «Cuando acabe aquí [en el centro de formación de la FSDM] quiero trabajar en una oficina».

El videojuego tiene un carácter «completamente lúdico» y, a diferencia de otros, «en él hay interactuación hablada y escrita», señala María Barón, quien advierte de que los chicos «deben enfrentarse a retos y dearrollar su capacidad de decisión».

En la actualidad, no existen en España aplicaciones de este tipo y sus promotores han decidido diseñar y desarrollar una que favorezca la integración social de sus principales destinatarios, con la idea de que «jugar no aísla pero no jugar sí».

Gonzalo se afana por encontrar el cuadro robado con rapidez, movilizando al detective con sus órdenes. «Me gusta el juego -dice- y como llevo mucho tiempo en informática creo que daré pronto con el ladrón». Feliz y divertido, refleja la finalidad del juego: «He venido a disfrutar y a compartir». Antes de concluir la visita al aula donde experimenta el videojuego, anuncia su inminente cumpleaños, en abril: «Lo voy a celebrar con una fiesta con mi familia y mis amigos».

Patricia estudia auxiliar administrativo, pero «me gusta más jugar que dar clase». No obstante, cuando acabe su formación piensa integrarse en un centro ocupacional. Con sencillez expone sus virtudes: «Soy rápida porque me he aprendido el juego de memoria». Así de fácil.

Ángel mantiene una singular y pacífica pelea con el ordenador, que frena su veloz carrera hacia el final de la historia. «Voy con pistas. Primero el aeropuerto, luego el hotel, habitación 17. Después, una llamada...». Y así hasta llegar a una galería de arte, «donde el ladrón intenta vender el cuadro robado a un señor». Irene es extrovertida y simpática. «Manejo el ordenador sola y me gusta trabajar con mis compañeros». En el futuro quiere ser modelo e incluso diseñarse sus propios trajes. «Soy guapa y doy muy bien en la televisión», afirma. Pero su verdadera pasión es montar a caballo.

El apasionante juego continúa, pero todos ellos ya han ganado.

Afectados. Unas 35.000 personas sufren en España el denominado síndrome de Down; es decir, la alteración genética conocida como trisomía 21.

Menores. Cerca de 5.000 de estas personas tienen menos de cinco años.

Distribución por sexos. Dos tercios de los afectados son varones y un tercio, mujeres.

Escolarización. El 85 por ciento de los menores con esta discapacidad finaliza Primaria, y el 60 por ciento termina Secundaria.

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